(V° Dom. Pascua A 2023)

Libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 6,1-7)

“En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, diciendo que en el suministro diario no atendían a sus viudas. Los Doce convocaron al grupo de los discípulos y les dijeron:

– “No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos de la administración. Por tanto, hermanos, escojan a siete de ustedes, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea: nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra.”

La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando.

La palabra de Dios iba cundiendo, y en Jerusalén crecía mucho el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.”

Salmo Responsorial (Salmo 32)

R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.

Aclamen, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Den gracias al Señor con la cítara,
toquen en su honor el arpa de diez cuerdas.

Que la palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.

Primera Carta de san Pedro (1Pe 2,4-9)

“Queridos hermanos: Acercándose al Señor, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también ustedes, como piedras vivas, entran en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo.

Dice la Escritura:

– “Yo coloco en Sión una piedra angular, escogida y preciosa; el que crea en ella no quedará defraudado.”

Para ustedes, los creyentes, es de gran precio, pero para los incrédulos es la “piedra que desecharon los constructores: ésta se ha convertido en piedra angular”, en piedra de tropezar y en roca de estrellarse.

Y ellos tropiezan al no creer en la palabra: ése es su destino.

Ustedes son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que los llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa.”

Aleluya

Aleluya, aleluya.

“Yo soy el camino y la verdad y la vida -dice el Señor-. Nadie va al Padre, sino por mí.”

Aleluya.

Evangelio de san Juan (Jn 14,1-12)

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

– No pierdan la calma, crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, si no, se lo habría dicho, y me voy a prepararles un sitio. Cuando vaya y les prepare sitio, volveré y los llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estén también ustedes. Y adonde yo voy, ya saben el camino.

Tomás le dice:

– Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?

Jesús le responde:

– Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre. Ahora ya lo conocen y lo han visto.

Felipe le dice:

– Señor, muéstranos al Padre y nos basta.

Jesús le replica:

– Hace tanto que estoy con ustedes, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo les digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Créanme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, crean a las obras. Les aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.”

Reflexión

Los cincuenta días de Pascua son considerados por la Iglesia como un solo domingo, el gran domingo, la gran fiesta del Señor.

Estos días de reflexión de la Iglesia, nos llevan a empalmar la despedida de Cristo de su vida temporal con la presencia de Cristo en su vida mística y celestial. El fin de la vida temporal de Cristo conecta con el principio de la historia de la Iglesia.

Mientras no tengamos esta idea de un Cristo que es verdadero Dios y verdadero hombre, no hemos comprendido nuestra Iglesia católica ni el misterio salvador del Señor.

¡Que hermosa es la Iglesia!, el retorno de Cristo en el espíritu. Cristo está en su Iglesia. Él está presente en la confirmación de Pentecostés. Y lo está como casa de Dios, como pueblo de Dios, como una raza elegida y como una comunidad de servicio.

La figura de Jesucristo hoy continúa seduciendo a muchas personas, especialmente a los jóvenes. Los atrae por su carga de humanidad, por su amor a los pobres, por su coherencia de vida y predicación, por sus tomas de posición… Pero se presenta este riesgo: que se vea a Cristo sólo en el aspecto humano, rechazando su divinidad, o tomándola con atenta consideración.

Vino un hombre hace más de dos mil años y continúa atrayéndonos con su mensaje revolucionario; pero con una diferencia con lo que todos los otros grandes hombres de la historia -Buda, Confucio, Mahoma, Francisco, Gandhi, Marx, M. L. King- nos han dicho: «Soy un profeta… un teórico… un reformista… un revolucionario». El Señor dijo simplemente: «Yo soy el camino, la verdad, la vida». Cristo pudo afirmar ser personalmente el Camino al Padre porque es la Verdad. La imagen del Padre en el mundo y, al mismo tiempo, la Vida para quien cree en Él.

El Padre es la fuente original de la Vida, de la que vive también el Hijo, Él es la fuente de la fuerza vital que él comunica a los creyentes. La revelación que nos hace el evangelio de este domingo es: «Ninguno ha visto a Dios jamás. El unigénito que está en el seno del Padre, él lo ha revelado» (Jn 1,18): La palabra de Dios hecha carne revela a través de la palabra y las obras su comunión de vida con el Padre; es la fe en Él que permite acceder a la fuente de la verdad y de la vida. Son aspectos de una única realidad que se compenetran. La vida, en efecto, es «conocer al Padre», o sea estar en comunión de Amor con Él y creer en el que el Padre ha enviado. Esta lección de vida y de fe cristiana, al igual que para la Iglesia primitiva, es necesaria y actual para la Iglesia en nuestros días, en medio de una humanidad inmersa en un mar de dudas, oscuridades e incertidumbres, a causa de innumerables circunstancias que tenemos por el avance tecnológico y científico y el desarrollo de las redes y medios de comunicación. La humanidad se está ahogando en el miedo. ¿Cuáles son los tres miedos más grandes que tiene el hombre de hoy?

– Ante tantos Mesías, posibles soluciones, respuestas a los grandes interrogantes y salidas que se ventilan a las crisis (políticas, religiosas, económicas, psicológicas, morales), el hombre se encuentra en una encrucijada: tiene miedo de no saber cuál es el camino. Y el Señor le responde: «no tengas miedo, cree en Dios, Yo soy el Camino«.

– Hoy hay muchos interrogantes sobre el sentido de la existencia, sobre el sentido del hombre, sobre su ser y su actuar, sobre el origen y fin de la vida, sobre Dios, sobre nuestra fe, etc. Somos bombardeados por los medios de comunicación con cantidad de cosas que nos aturden, desorientan y embriagan. Hoy se nos presentan muchas verdades; cada uno tiene su verdad; cada uno elabora y construye su verdad como un antídoto ante su misma situación de desconcierto y desequilibrio… Y el Señor le responde: «no se dejen asustar, crean en Dios, Yo soy la Verdad«.

El enigma más grande para el hombre es el de la muerte, el del dolor, el del sin sentido de la existencia, el no saber más de nuestro origen y de nuestro fin; el del dolor y la enfermedad; esto causa angustia, miedo, desazón, desequilibrios… Y el Señor le responde: «no tengas miedo, cree en Dios, Yo soy la Vida«.

La respuesta de Jesús es superabundante: el camino es Él mismo, no hay otro. Pero Jesús es aún más: Él es también la meta, porque el Padre, al que lleva el camino, está en Él, directamente visible para el que ve a Jesús como el que realmente es. Cristo es el Camino. Gracias a Él tenemos la puerta abierta para vivir en Dios. El Señor se extraña de que uno de sus discípulos todavía no se haya dado cuenta de ello después de tanto tiempo de vida en comunión. Esto puede estar sucediendo con muchos de nosotros.

Condición esencial para continuar la misión de Cristo es crecer en comunión en torno a Él como piedras vivas; es decir, realizando sus obras. Nosotros somos «piedras vivas» en la construcción de la Iglesia, cada uno con su aporte específico, piedras vivas unidas para la construcción del mismo edificio espiritual.