(XX° Dom. Ord. A 2023)
Libro del profeta Isaías (Is 56,1.6-7)
“Así dice el Señor:
Guarden el derecho, practiquen la justicia, que mi salvación está para llegar, y se va a revelar mi victoria.
A los extranjeros que se han dado al Señor, para servirlo, para amar el nombre del Señor y ser sus servidores, que guardan el sábado sin profanarlo y perseveran en mi alianza los traeré a mi Monte Santo, los alegraré en mi casa de oración; aceptaré sobre mi altar sus holocaustos y sacrificios, porque mi casa es casa de oración y así la llamarán todos los pueblos.”
Salmo Responsorial (Salmo 66)
R/. “Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.”
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros:
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges la tierra con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
Carta de san Pablo a los Romanos (Rm 11,13-15.29-32)
“Hermanos: A ustedes, gentiles, les digo:
Mientras yo sea su apóstol, haré honor a mi ministerio, por ver si despierto emulación en los de mi raza y salvo a alguno de ellos.
Si su reprobación es reconciliación del mundo, ¿qué será su reintegración sino un volver de la muerte a la vida?
Los dones y la llamada de Dios son irrevocables.
Ustedes, en otro tiempo, desobedecieron a Dios; pero ahora, al desobedecer ellos, han obtenido misericordia.
Así también ellos que ahora no obedecen, con ocasión de la misericordia obtenida por ustedes, alcanzarán misericordia.
Pues Dios nos encerró a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos.”
Aleluya
Aleluya, aleluya.
“Jesús predicaba el Evangelio del Reino, curando las enfermedades del pueblo.”
Aleluya.
Evangelio de san Mateo (Mt 15,21-28)
“En aquel tiempo, Jesús salió y se retiró al país de Tiro y Sidón.
Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:
– Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.
Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:
– Atiéndela, que viene detrás gritando.
Él les contestó:
– Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.
Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió de rodillas:
– Señor, socórreme.
Él le contestó:
– No está bien echar a los perros el pan de los hijos.
Pero ella repuso:
– Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.
Jesús le respondió:
– Mujer, qué grande es tu fe; que se cumpla lo que deseas.
En aquel momento quedó curada su hija.”
Reflexión
Los fariseos y maestros de la Ley asumían el papel de celosos defensores de la ortodoxia y con ellos Jesús mantuvo varias discusiones. Es posible que Jesús haya querido huir al mundo pagano, a la región llamada de «pecadores», a descansar y respirar en libertad sin que nadie le acusara y poder estar a solas con sus amigos.
Pocas veces nos atrevemos a imaginar a Jesús como una persona de carne y hueso, sometido a situaciones difíciles en las que necesitara reponer sus nervios, pero quizás esto explique la presencia de Jesús en el mundo pagano para el que no había sido enviado.
Cuenta el evangelio que, saliendo de alguno de aquellos lugares, apareció una mujer cananea que suplicaba a Jesús diciendo: «Señor, Hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija tiene un demonio muy malo». La cananea se dirige a Jesús con el mismo título mesiánico que era dado al futuro «rey de Israel»: «Hijo de David». Y la petición «ten compasión de mí» es la que suena constantemente en los Salmos y sigue siendo utilizada con mucha frecuencia en el culto cristiano.
Es el grito de una mujer sometida al dolor y a la angustia. Y como Jesús no le contesta, ella insiste, va detrás pidiendo a gritos y se postra ante él suplicando ayuda. Es una mujer cananea con una oración humilde, nacida de su corazón destrozado. Como un perrito hambriento que espera que le echen las migajas de comida, así ella espera alguna migaja del Amor maravilloso de Dios que sabe que está destinado a los hijos. Ante esto, Jesús, que tantas veces había enseñado a sus discípulos cómo debían rezar, se encontró en aquella mujer cananea un buen modelo de oración.
Es una oración de petición que arranca de una fe profunda en que Dios, en este caso Jesús, puede hacer lo que se le pide, y de una confianza ilimitada en que lo hará. La fe es el distintivo esencial del cristiano. Una fe que recibe lo que quiere, porque lo que quiere es la voluntad de Dios. La lucha que esta mujer sostiene con Jesús, que la rechaza una y otra vez, resulta paradigmática. Está en la línea de lo mandado por Jesús: «pida… busca… llama…» Esto es lo que define sustancialmente al hombre (varón o mujer). De ahí la necesidad de «luchar» con Dios en el terreno de una oración perseverante. La cananea obtuvo lo que pedía porque se mantuvo en esta actitud de esencial pobreza. Ante ella aparece la palabra de Dios: …»recibirás… hallarás… se les abrirá». Tres aspectos que definen a Dios, como los tres anteriores habían definido al hombre. Dios y el hombre puestos frente a frente y haciendo cada uno lo que le es propio. El hombre pide, Dios da. El hombre llama, Dios responde.
También el Israel pecador, que reconoce finalmente que es pecador y que su justicia legal no le sirve de nada, «alcanzará misericordia». Misericordia es la última palabra; es, como en el evangelio, el atributo más profundo de Dios, un atributo que sólo es comprendido por nosotros pecadores cuando sabemos que no la merecemos y que el amor de Dios es un don totalmente gratuito. De ahí las palabras finales sobre el plan divino de salvación: «Pues Dios nos encerró a todos en desobediencia. –judíos, paganos y católicos–, para tener misericordia de todos».
La oración de la mujer cananea llevó a Jesús a hacerle un elogio hermoso. Es que esa oración era una oración sentida, de corazón. Pero, además, es la oración insistente, confiada y humilde que nace de una fe profunda.
La mujer cananea nos muestra cómo es la oración que arranca milagros, dejando para todos nosotros un modelo de fe y de oración.