Píldora de Meditación 536

Siempre tuve buena salud, he sido buen deportista, medido en la comida y no fumo ni tomo alcohol.

Empecé mi camino de conversión hace poco tiempo, pues mis padres no eran practicantes. Me ha parecido complicado comprender a la Iglesia como institución, pero me gusta el estudio de la palabra y alguno que otro libro espiritual.

Me casé con una mujer única, bonita por fuera y por dentro. Cero vanidosa, nada exigente, generosa, siempre pensando primero en nosotros y por último lugar en ella.

El que considero mi mayor pecado, ha sido mi desprecio por las personas que hacen el mal, los violadores, los secuestradores, los asesinos, los atracadores, los corruptos…, pero en Jesús hoy veo las cosas con otra visión y trato de comprender el misterio de la Misericordia por encima del pecado.

Mis hijos me enamoran cada día más, he aprendido a no darles solo cosas materiales sino a estar presente en sus vidas. En eso podría asegurar que he cambiado radicalmente, pues durante mucho tiempo traté de llenar ese vacío de mi ausencia con regalos.

Mi relación con mi amada esposa ha sido mi salvavidas, pero como todas las parejas tenemos nuestras diferencias y hemos aprendido a ceder, a respetar nuestro espacio y también a realizarnos. Ayudarle a mi esposa a crecer como empresaria ha sido un reto increíble, ella no había podido dedicarle tiempo a su profesión y me le quito el sombrero.

No tengo nada raro que contar, pero considero difícil crecer como pareja cuando es más grande el egoísmo que el amor.

Que mi esposa brille es muy importante para mí. De pronto eso es raro hoy en día para algunos esposos.

Gracias por este regalo de permitirnos compartir nuestra experiencia familiar.

Dios los bendiga.

(Autor anónimo)