Píldora de Meditación 424
“Tengan cuidado los pastores de ser buenos. Sean comprensivos, más aún: revístanse de caridad y mansedumbre.
Recuerden: no hay un solo Pastor que sea de casta y naturaleza diferente de la casta y naturaleza de las ovejas y corderos. Así es, para que entiendan, por propia experiencia, las miserias de los otros. No apaguen los pastores la mecha que aún está encendida. No la apaguen por falso prudentismo y por rigor satánico. Recuerde: cada oveja, por mala que sea, tiene el valor, en sí, de la sangre de Jesucristo, el Cordero de Dios, por inexplicable, inescrutable e insondable amor. Acérquese y pase el pastor sobre cada alma, con infinito respeto e infinito amor, consciente de que cada alma, por perversa y mala que, a él parezca y que así sea, es como el talento confiado al siervo inútil.
De ese talento y de sus réditos se le pedirán cuentas. Cada pastor responderá de las ovejas a él confiadas. Y, quien a él lo juzgará, por ellas, es el dueño, que a ellas las quiere de tal modo que ha dado su vida por salvarlas.
Oigan bien, los pastores: una de las formas de escándalo y de las realmente graves, es la insensatez y la maldad contra las almas caídas, que agonizan de hambre y de sed espiritual por fallas del pastor.
Pastores: sean misericordiosos con las ovejas descarriadas; llénense, revístanse, cárguense de la misericordia de Dios; salgan, con ella, revestidos de ella, llenos de Ella a buscar las ovejas descarriadas para curarlas y guiarlas al redil, con la fuerza inmedible, pero invencible e insustituible del amor.
El Amor, que es la fuerza de Dios, sea la fuerza del pastor, para curar, encontrar, guiar y liberar a las almas extraviadas. Si las ovejas -almas pecadoras- buscan al pastor, con más razón hay que amar, para que sea prudente y comprensivo.
No maten, con su incomprensión y falso rigorismo a la oveja hambrienta. Curen sus heridas, aliméntenla y sálvenla, con misericordia y constancia.
No olviden: el amor es más constante que el pecador. El amor es de Dios; Dios es amor y, como tal, Él, Dios, es constante y misericordioso. Los que son de Dios, sean como Dios, constantes y misericordiosos.
Recuerden que Dios, como lo afirmó el siervo imprudente, gusta cosechar, aún donde no siembra. Esto es: Dios no quiere que haya ovejas muertas en sus rebaños, ni higueras estériles en sus dominios…
Pastores que confiesan: llénense de Dios. ábranse ustedes, a Él, con amor; pero también con temblor. Recuerden: Dios es bueno, el único bueno: pero, así y todo, por amor a cada una de sus ovejas, para salvarlas, no perdonó ni a su propio Hijo, Dios y Señor, como Él mismo…”
Espiritualidad Trinitaria HMD, Acta 319.
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