Píldora de Meditación 415

Érase una vez una joven pianista que daba su primer concierto. El público en silencio y con fervor escuchaba la música que brotaba de sus dedos disciplinados.

Todos tenían los ojos clavados en la joven pianista.

Al final del concierto todos puestos de pie aplaudieron a rabiar. El presentador del evento se acercó a la pianista y se deshizo en alabanzas. Y le dijo: Mira, todos están de pie aplaudiéndote, menos ese viejito de la primera fila.

La pianista entristecida le contestó: «Sí, pero ese viejito es mi maestro».

Sólo el maestro podía juzgar la actuación de su discípula con autoridad.

Y sólo el Maestro Jesús, puede juzgarte, juzgarme y juzgar a todos. Si Él no aplaude, es mala señal.

(Anónimo)

Photo by Nick Dunlap on Unsplash