Solemnidad de todos los santos 2023

Libro del Apocalipsis (Ap 7,2-4.9-14)

“Yo, Juan, vi a otro ángel que subía del oriente llevando el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles: “No dañen a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que marquemos en la frente a los siervos de nuestro Dios.”

Oí también el número de los marcados, ciento cincuenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel.

Después, vi una muchedumbre inmensa, que nadie podía contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.

Y gritaban con voz potente:

– ¡La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!

Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes, cayeron rostro a tierra ante el trono, y adoraron a Dios, diciendo:

– Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Y uno de los ancianos me dijo:

– Esos que están vestidos con vestiduras blancas ¿quiénes son y de dónde han venido?

Yo le respondí:

– Señor mío, tú lo sabrás.

Él me respondió:

– Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del Cordero.”

Salmo Responsorial (Salmo 23)

R/. Estos son los que buscan al Señor.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes
y puro corazón.

Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

Primera Carta de san Juan (1Jn 3,1-3)

“Queridos hermanos:

Miren qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a Él.

Queridos: ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es.

Todo el que tiene esta esperanza en él, se hace puro como puro es él.”

Aleluya

Aleluya, aleluya.

“Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré, dice el Señor.”

Aleluya

Evangelio de san Mateo (Mt 5,1-12ª)

“En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar enseñándoles:

Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la Tierra.

Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.

Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán “los hijos de Dios”.

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.

Dichosos ustedes cuando los insulten y los persigan, y los calumnien de cualquier modo por mi causa. Estén alegres y contentos, porque su recompensa será grande en el cielo.”

Reflexión

La Solemnidad de todos los santos es una de las más grandes fiestas del año litúrgico. Ella nos habla del más allá; recoge en sí, de modo especial, la fe en la vida eterna. Y aunque este día nos pone delante de los ojos lo inevitable de la muerte, da, al mismo tiempo, un testimonio de la vida impresionante y esperanzadora.

Si no creyéramos en una vida después de la muerte, no valdría la pena celebrar la fiesta de los santos y menos aún visitar el cementerio. ¿A quién visitaríamos o por qué encenderíamos una vela o llevaríamos una flor?

La fiesta de hoy pone en el centro de la liturgia los grandes temas de nuestra fe cristiana: la comunión de los santos, el destino universal de la salvación, el origen de toda santidad que es Dios mismo, la esperanza cierta en la futura e indestructible unión con el Señor para siempre, la relación existente entre salvación y sufrimiento, y la bienaventuranza eterna que ya desde ahora caracteriza a aquellas personas que se encuentran dentro del marco de las Bienaventuranzas descritas por Jesús y que nos presenta el evangelista san Mateo.

Las Bienaventuranzas, tan sorprendentes y deseadas, admiradas y difíciles de cumplir, son una proclamación del evangelio. Cuando las pronunció el Señor por primera vez, con toda seguridad, causaron estupor, gran sorpresa. Mientras para los ricos -apegados a sus haciendas, viviendas y demás posesiones casas, campos y bienes materiales que les tenían atados y por ende poco disponibles-, la predicación de Jesús causó irritación y desconcierto; en los que no tenían nada -los pobres y hambrientos de espíritu, a saber: de justicia, honradez, trato humano, intención recta, veracidad, perdón y paz-, provocó admiración y alabanza a Dios.

Hoy Cristo sigue proclamando las bienaventuranzas en todos los rincones del mundo donde se reúnen cristianos. En nuestros días hay numerosos dichosos y bienaventurados porque, aunque ocultos o inadvertidos, hay humildes con corazón generoso, hay afligidos que comunican paz, se encuentran justos que padecen violencias sin odios o rencores, descubrimos artesanos de paz, y muchos valientes que sufren incomprensiones y malos tratos.

En esta Fiesta de todos los santos, el evangelio recuerda el amplio número de bienaventurados que llamamos santos. Santos sin corona tal vez y sin altar, simples y pobres, hombres y mujeres, niños y jóvenes y adultos, casados y solteros, religiosos y clérigos, profesionales y labriegos… todos con un amor fraterno responsable y un testimonio de fe inquebrantable. En cada época de la historia, la santidad renace siempre bajo nuevas formas. No es una virtud que resulta insuficiente cuando se prueba, sino que no se prueba porque resulta dura. Es exigente la santidad porque lo es el Espíritu de Dios, al que el Nuevo Testamento repetidas veces llama santo.

Ante esta riqueza que celebramos hoy, nuestra expresión ha de ser de alegría en el Señor y alabanza al Dios Santo, Santo, Santo…

Alegrémonos todos en el Señor al celebrar este día la Solemnidad en honor de todos los Santos. Los ángeles se alegran de esta solemnidad y alaban a una al Hijo de Dios.