Píldora de Meditación 541
Domingo nació en Caleruela España en 1170 siendo sus padres Félix de Guzmán y Juana de Aza.
El padre y fundador de los dominicos, murió en el atardecer del 6 de agosto, Fiesta de la Transfiguración del Señor, en el claustro del convento de Bolonia, porque los frailes tuvieron que sacarlo de su humilde pieza por ser muy pequeña, rodeado de sus hermanos.
El autor de la “Divina Comedia” Dante Aligieri, se refería a Domingo de Guzmán como “el ardoroso amante de la fe cristiana”.
Jesucristo fue el centro y la fuente de la fe de Domingo de Guzmán; por él abrazó todo lo que cree la Iglesia.
Cuando Domingo veía que sus hermanos estaban en peligro, los reunía con cariño y con toda seguridad les decía: “confíen en el Señor que la victoria es nuestra”.
Jesucristo que salvó a Domingo, que le siguió sus pasos, contempló y anunció, es el Hijo de Dios, el Redentor.
La Iglesia del siglo XIII sufrió la violencia aterradora de los tremendos ataques de la herejía: cataros, valdenses, albigenses y la cofradía negra, arremetieron contra la Iglesia causando desolación y desastre en la fe en muchos sitios (Servian, Beziers, Carcassone, Montreal, Fangeaux, Tréville, Lavour, Verfeil, Tolouse, todo el valle del Ariége, Pelmiers, Saissac, Castres, entre otros). Domingo de Guzmán conoció de primera mano esta tragedia e inspirado por el Espíritu Santo decidió responder a esta tragedia y defender la fe cristiana. Y con la aprobación y mandato del Papa Inocencio III emprendió la gran faena.
Domingo de Guzmán organizó su equipo de predicadores: 8 franceses, 7 españoles y un inglés (Beltrán de Garriga, Rodolfo, Juan de Navarra, Domingo Español, Miguel de Ucero, fray Gómez, Pedro de Madrid, Mateo de Francia, Raimundo de Fagua, Pedro Seila, fray Cristian, Miguel de Fabra, fray Adán, Manés, Ventura de Verona) y con ellos emprendió la lucha frontal contra la herejía. En cinco años fundó 70 conventos con hombres escogidos y jóvenes.
En pocos años este equipo creció hasta tal punto que siendo Maestro de la Orden de Predicadores el beato Jordán de Sajonia, todas las Universidades de Europa dieron su aporte a esta gesta evangelizadora, con un contingente de maestros y estudiantes. Jordán de Sajonia dio el hábito a más de mil frailes.
A sus frailes Domingo les indicó estas exigencias:
- Saber ubicarse bien para ser eficaces, igual que Jesús, Hijo de Dios, que no escogió ni Belén, Nazaret o Cumram, sino el confín de Israel y Cafarnaúm. Escogió el lugar donde pululaba la vida y la cultura, donde estaban las más grandes necesidades y los mayores peligros y ataques a la fe.
- Vida común y el trabajo en equipo. No se puede ser un simple francotirador, sino que hay que estar en el seno de la misma Iglesia.
- Vigilar atentamente para no dejarse sorprender.
- Predicar con la palabra y la vida. Hechos no palabras.
Para descubrir una buena ubicación es necesario abrir la mente y el corazón a la acción del Espíritu Santo.
La voluntad y la acción del Santo Espíritu es el motor del dominico, para llegar a ser un valiente defensor de la fe.
La base fundamental y el secreto para alcanzar la victoria es Amar y dejarse Amar, dejar que Cristo viva en cada uno de los “campeones de la fe”.
Como sucede en una partida de baloncesto o de fútbol, para logar la victoria hay que defender y atacar con mucho ardor y Amor.