Píldora de Meditación 425
Dios de infinita misericordia y bondad,
con corazón agradecido te invocamos hoy.
Que tu voz resuene en el corazón
de todos los hombres y mujeres,
cuando los llames a seguir
el camino de reconciliación y paz,
y a ser misericordiosos como tú.
Señor, tú diriges palabras de paz
a tu pueblo y a todos
los que se convierten a ti de corazón.
Te pedimos por los pueblos
que están bajo el azote
de la injusticia, la pobreza y la violencia.
Ayúdales a derribar las barreras
de la hostilidad y de la división
y a construir juntos un mundo
de justicia y solidaridad.
Señor, tú creas cielos nuevos
y una tierra nueva.
Te encomendamos a los niños y jóvenes
de estas tierras.
En su corazón aspiran
a un futuro más luminoso;
fortalece su decisión de ser hombres
y mujeres de paz y heraldos
de una nueva esperanza para sus pueblos.
Padre, tú haces germinar
la justicia en la tierra.
Te pedimos por las autoridades civiles
de los pueblos,
para que se esfuercen por satisfacer
las justas aspiraciones de sus habitantes
y eduquen a los niños y jóvenes
en la justicia y en la paz.
Impúlsalos a trabajar generosamente
por el bien común y a respetar
la dignidad inalienable de toda persona
y los derechos fundamentales que derivan de la
imagen y semejanza del Creador
impresa en todo ser humano.
Concédale a las autoridades
sabiduría, clarividencia y perseverancia;
no permitas que se desanimen
en su ardua tarea de construir
la paz duradera,
que anhelan todos los pueblos.
Padre celestial,
te pedimos por todos los que creen
en el Evangelio de Jesucristo.
Guía sus pasos en la verdad y en el amor.
Haz que sean uno, como tú eres uno
con el Hijo y el Espíritu Santo.
Que testimonien la paz que supera todo
conocimiento y la luz que triunfa
sobre las tinieblas de la hostilidad,
del pecado y de la muerte.
Señor del cielo y de la tierra,
Creador de la única familia humana,
te pedimos por los seguidores
de todas las religiones.
Que busquen tu voluntad en la oración
y en la pureza del corazón,
y te adoren y glorifiquen tu santo nombre.
Ayúdales a encontrar en ti la fuerza
para superar el miedo y la desconfianza
y para que crezca la amistad
y vivan juntos en armonía.
Padre misericordioso,
que todos los creyentes encuentren
la valentía de perdonarse unos a otros,
a fin de que se curen las heridas del pasado
no sean un pretexto
para nuevos sufrimientos en el presente.
Concédenos que esto se realice
en nuestra tierra que bendijiste
con tantos signos de tu Providencia
y Amor misericordioso.
A la Madre de Jesús,
la bienaventurada siempre Virgen María,
le encomendamos a los hombres
y a las mujeres que han puesto su confianza
en ti Reina de la Paz.
Que, al seguir su ejemplo,
escuchen la palabra de Dios
y tengan respeto y compasión
por los demás, especialmente
por los que son diversos de ellos.
Que, con un solo corazón y una sola mente,
trabajen para que todo el mundo sea
una verdadera casa para todos sus pueblos.
¡Paz! ¡Paz! ¡Paz!
Amén.
San Juan Pablo II
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