Cristo ha resucitado ¡Aleluya!

¡Felices Pascuas de Resurrección! ¡Este es el día de la luz! ¡Este es el día verdaderamente feliz! Este es el día que une el cielo con la tierra, que une lo divino con lo humano. Este es el día más claro del universo. Este es el día que nos hace nuevos. Este es el día que nos hace testigos de Alguien que resucitó y vive. Este es el día que nos hace hijos, el día que nos da el agua que grita dentro de nosotros «ven al Padre». Este es el día que nos hace hermanos.

Cristo es «la Luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo». Cristo es la Luz y nosotros, los que este día revivimos el misterio de nuestra pascua por el bautismo, sentimos que una vez fuimos «hechos luz en el Señor».

¡Qué hermosa oportunidad para sentirnos nuevos, para comprometernos a hacer nueva nuestra familia, nueva nuestra casa, nueva nuestra comunidad, nuevo nuestro trabajo, nuevo el mundo! Y los frutos de la luz son toda Verdad, toda Justicia y toda Bondad (cfr. Efesios 5,8-9).

¡Cómo quisiera que hoy domingo de Resurrección todos sintiéramos más la responsabilidad y el gozo de irradiar como testigos esta Luz!

¡La luz, el Agua, el Pan! La Luz que nos hace testigos, el Agua que nos hace hijos, el Pan que nos hace hermanos.

Y en este día inolvidable de Resurrección, en este feliz día pascual, el día más claro y más alegre ¿Qué otro saludo podemos dar, sino aquel mismo saludo de Cristo resucitado a la comunidad de sus discípulos, aún oprimidos por la incertidumbre y el miedo?: «Paz a ustedes» (Juan 20,19).

Hoy, quiero hacer nuestro aquel anuncio tranquilo y fuerte, como si nuestra voz fuese eco fiel de la suya; y de parte de Él, de Jesús Resucitado, repetir a todos y cada uno de ustedes: ¡Paz a cada uno! ¡Y alzando la voz del corazón extender este sereno voto pascual a sus familias, amigos y conocidos!

¿Qué significado particular asume la palabra «Paz» en esta circunstancia? Nuestra Paz Pascual significa una gran certeza, una gran seguridad. Y con este saludo pascual, los cristianos estamos en grado de ofrecer al hombre, naufragado en el mar de dudas y de su propia oscuridad, una base segura, sobre la cual sí podemos construir la vida: la vida cristiana en nuestras familias en nuestras casas y sitios de trabajo o de estudio.

A todas y todos ustedes, con esperanza les transmitimos la certeza, una certeza de fe, una certeza de seguridad y de esperanza, una seguridad de amor, que deriva del anuncio pascual. Sí, con sentimientos de fe y de esperanza reciban todos la Paz de Cristo Resucitado.

Que la Virgen de la Pascua, la Virgen santísima, nuestra madre, haga brillar en todos nuevamente la seguridad del Cristo Resucitado, que nos abre a los otros y nos compromete a abrazar al mundo iluminándolo en la fecundidad gozosa del amor.

¡Felices Pascuas de Resurrección!