Píldora de Meditación 573
La ternura, más que compañera, es una de las grandes carencias que tenemos los seres humanos. No sólo porque la violencia, la agresividad y otros especímenes de la misma familia nos rondan de día y de noche, en la casa o en la calle, desde el televisor o en los periódicos, sino porque no sabemos expresarla. No nos enseñaron a despertarla. Y no lo hicieron porque tampoco nuestros mayores tuvieron quién ni cómo aprenderla. Pero, como nunca es tarde…
La ternura no tiene cortapisas
La ternura es la capacidad espontánea que tiene el ser humano de expresar afecto a los seres que lo rodean. Es esa calidad especial del amor despojada de fin sexual.
La ternura es esa forma de expresar el Amor que se siente hacia los hijos, los padres, la novia, los amigos, los animales, las muñecas, los árboles…
La ternura no se rige por normas o preconceptos morales. Los niños son el prototipo de la ternura, y nunca un niño piensa antes de abrazar tiernamente…
Pero, la ternura se ha perdido desde la relación padres-hijo. En esa relación, los padres empiezan a utilizar el amor para moralizar a sus hijos, para adaptarlos a la sociedad. El amor se negocia. «Si tú me quieres, estudia seriamente» o «si tú quieres que yo te quiera, no salgas a la calle, no ensucies el vestido, no digas palabras feas…»
Entonces, en la medida en que el amor y la ternura como una expresión de ese amor, se empieza a condicionar, es decir, a utilizar como un arma de poder, se prostituye, pierde su valor. Y en esa medida, el niño aprende a obrar de la misma manera para conseguir cosas. Da un beso para que lo quieran y no lo castiguen, dará un regalo para conseguir unas caricias.
De ahí que el verdadero valor de la ternura lo hemos aprendido distorsionado. Por eso, muchas expresiones que creemos ternura son apenas gestos vacíos, meros ritos, actos que se ejecutan sin ningún espíritu. Y resulta tan sin sentido un abrazo dado sin querer, como otro que no se da cuando se quiere dar.
Lo que ha ocurrido con la ternura es que nos la han prohibido, nos la han constreñido.
«No llores, que los hombres no lloran». Infalible receta que produce ‘machos’ incapaces de ser tiernos. Porque muchas veces las lágrimas son una forma de ternura.
Se nos ha enseñado que la ternura es signo de debilidad o de sensiblería. Simplemente, porque los sinónimos de ternura son dulzura, cariño, sensibilidad, espontaneidad. Y eso siempre se asocia con niños y mujeres. Por eso mismo, está más prohibida para los hombres que para las mujeres.
La ternura como el amor es incondicional, comprensiva, servicial, no lleva cuentas… «Nadie ama más que aquel que da la vida por sus amigos»… El amor no pone condiciones ni se negocia.
Y como «obras son amores y no buenas razones», la ternura no se dice, la ternura se expresa. Y se expresa con el cuerpo, con un gesto corporal. Cuando una mamá alimenta a su hijo, en un abrazo, un apretón de manos, un sollozo o un llanto, un beso, una caricia, una llamada «sólo para decirle que te quiero”. La ternura nos hace sentir vivos.
(Flus)