(XXVI° Dom. Ord. B 2024)
Libro de los Números (Núm 11,25-29)
“En aquellos días el Señor bajó en la nube, habló con Moisés y, apartando algo del espíritu que poseía, se lo pasó a los setenta ancianos; al posarse sobre ellos el espíritu se pusieron enseguida a profetizar.
Habían quedado en el campamento dos del grupo, llamados Eldad y Medad; aunque estaban en la lista no habían acudido a la tienda, pero el espíritu se posó sobre ellos y se pusieron a profetizar en el campamento.
Un muchacho corrió a contárselo a Moisés:
– Eldad y Medad están profetizando en el campamento.
Josué, hijo de Num, ayudante de Moisés desde joven, intervino:
– Moisés, Señor mío, prohíbeselo.
Moisés le respondió:
– ¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!”
Salmo Responsorial (Salmo 18)
R/. Los mandatos del Señor alegran el corazón.
La ley del Señor es perfecta,
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante.
La voluntad del Señor es pura
y enteramente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
Aunque tu siervo vigila para guardarlos con cuidado
¿quién conoce sus faltas?
Absuélveme de lo que se me oculta.
Preserva a tu siervo de la arrogancia,
para que no me domine;
así quedaré libre e inocente
del gran pecado.
Carta del apóstol Santiago (St 5,1-6)
“Ahora, ustedes, los ricos, lloren y laméntense por las desgracias que los han tocado.
Su riqueza está corrompida y sus vestidos están apolillados. Su oro y su plata están herrumbrados, y esa herrumbre será un testimonio contra ustedes y devorará su carne como el fuego.
¡Han amontonado riqueza, precisamente, en el tiempo final!
El jornal defraudado a los obreros que han cosechado sus campos está clamando contra ustedes; y los gritos de los segadores han llegado hasta el oído del Señor de los ejércitos.
Han vivido en este mundo con lujo y entregados al pacer. Se han cebado para el día de la matanza.”
Aleluya
Aleluya, aleluya.
“Tu palabra, Señor, es la verdad. Santifícanos en la verdad.”
Aleluya.
Evangelio de san Marcos (Mc 9,37-42)
“En aquel tiempo dijo Juan a Jesús:
– Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.
Jesús respondió:
– No se lo impidan, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.
El que les dé a beber un vaso de agua, porque siguen al Mesías, les aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la Vida que ir con las dos manos al abismo, al fuego que no se apaga.
Y si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la Vida que ser echado con los dos pies al abismo.
Y si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que ser echado al abismo con los dos ojos, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.”
Reflexión
El punto de partida de este Evangelio es la “extrañeza” que sintieron los discípulos de Jesús cuando vieron a un “extraño” que sin ser del grupo que seguía al Maestro, se permitía nada menos que echar demonios en su nombre. Parece que este comportamiento irritó tanto a los discípulos, que presos de la indignación, fueron a contárselo al Señor.
Era una actitud sospechosamente celosa por parte de quienes parece que vivían su condición de discípulos un tanto interesada. Jesús les respondió haciéndoles ver que el Espíritu de Dios desborda los cauces por los que normalmente transcurre, y, por lo tanto, también habla y actúa allá en donde hay un destello de verdad, de bondad, de belleza… aunque estos destellos sean incompletos y parciales.
La sanación, la liberación, que Jesús nos da no es monopolio de algunos, es para todas las personas. Jesús vino por todos y para todos. Por esto, todos podemos invocar su santo Nombre. Sin embargo, nosotros, al igual que Juan, muchas veces pensamos lo contrario, imaginamos que, si “no es de los nuestros”, su tarea no sirve. Cuántas veces nos hemos encontrado con situaciones de autoritarismo, intolerancia, mezquindad, individualismo, egoísmo, chisme, manipulación, exclusión, marginación, etc., en nuestras comunidades eclesiales. Predicamos un Jesús que es para todos, pero cuando todos lo predican no nos gusta.
Podemos estar muy atentos y ocupados en descubrir falsos discípulos (lo cual hay que hacer, pero en el sentido de no confundir lo verdadero con lo parecido), sin reparar que también nosotros hemos de revisar nuestra identidad cristiana, nuestro seguimiento del Maestro Jesucristo, nuestra comunión de vida con Él y con su Iglesia. Porque puede darse que estemos quejándonos de las falsedades y nosotros no estar viviendo en la verdad.
Ante esto, Jesús nos dice: “No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Como Josué, Juan parecía celoso por su maestro, Jesús le responde diciéndole que no hay problema, nadie va a hablar mal de él. Pero pareciera que el drama de Juan no es si alguien habla mal o no del Señor. El problema es que Juan está celoso porque pierde poder, está celoso porque hablan mal de los discípulos. Cuantas veces vemos que alguien se cambia a una iglesia evangélica y allí se convierte; tal vez ha estado la vida entera en nuestra Iglesia y no recibió nada. ¡Qué mal habla eso de la Iglesia Católica! Otras veces alguien se cambia de grupo o institución. Antes no servía para nada, ahora es un genio, se convirtió en un súper-cristiano, años en nuestra comunidad y no servía para nada; ahora parece que todos sus dones han salido a la luz.
Es interesante ver cómo san Marcos pone este relato después de la curación del endemoniado epiléptico (Mc 9, 14-29), donde los discípulos no pudieron curarlo (versículo 18: “le pedí a tus discípulos que lo expulsaran, pero no pudieron”), y ahora ¡aparece uno que en Nombre de Jesús expulsa a los demonios y no es de los nuestros! (v. 38). Parece que siempre la decisión de los violentos y mediocres es eliminar al que les haga sombra, en vez de crecer (ya lo había dicho el Señor en Mc 9, 29: “Esta clase de demonios se expulsa solo con la oración”). La enseñanza de Jesús hay que orientarla al hecho de que nosotros tenemos que crecer, sin disminuir a los demás, hacernos más fuertes nosotros y no debilitar a los otros, ¡no les cortemos las piernas para que estén a nuestra altura de enanos; crezcamos nosotros para hacernos tan o más altos que ellos!
El evangelio de san Mateo dice: “El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama” (Mt 12, 30). Pero, si bien hay que complementarlos, notemos la diferencia: en Mateo Jesús dice “conmigo”, en cambio, en Marcos dice “nosotros”. También es notable que, en Marcos 9, 39, la referencia de Jesús es sólo a él (“No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí”) y no a la comunidad (nosotros). Jesús invita a ver a los demás como parte del grupo, de la comunidad y no como a enemigos a quienes hay que combatir y destruir. ¡Cuánto aprenderíamos, los seguidores de Cristo, si dejáramos de atacarnos mutuamente! ¡Cuánto ganaríamos si nos diéramos cuenta de que todos estamos con él –“nosotros”–, dice el Señor!
El Evangelio de este domingo es tremendamente drástico y radical: no escandalices a los pequeños, a los débiles, no te escandalices tampoco a ti mismo, es decir, no te caigas y no derribes a nadie; no te bloquees a ti ni tampoco coartes al prójimo. Más te vale entrar cojo, o ciego, o manco… (con todo lo que sugieren estas expresiones) que haber conservado estos miembros, pero haber perdido la vida, la verdadera vida.
La mano, el pie y el ojo son los miembros que pueden llevarnos al pecado. La mano, símbolo de nuestra tarea creativa, que debería usarse solamente para entregar, para compartir con el que no lo tiene, también la usamos para robar, para esconder y mezquinar, para tomar en vez de dar y hasta para quitarle la vida al hermano. El pie signo del discípulo que sigue al maestro, del caminante que se mueve para misionar y llevar la buena nueva a los hermanos, del que se deja iluminar por la Palabra de Dios (Sal 119, 105), también puede usarse para andar por el camino del mal, por la senda de los malvados (Salmo 1, 1), de los corruptos. El ojo figura del orante (Mc 7, 34), del buscador de Dios (Sal 121, 1), puerta de entrada de la vida y la respuesta divina (Sal 13, 4); también puede usarse para mirar con ira, con frialdad, con maldad o para cometer adulterio (Mt 5, 28) y actos violentos.
Es obvio que Jesús no quiere que nos amputemos algún miembro de nuestro cuerpo, usa esta expresión para hacernos ver la gravedad de la tentación del pecado y la maldad. Más te vale…, dice el Señor.