Píldora de Meditación 400
Decía Jesús que Dios no quiere que se pierda ni uno solo de los pequeños (Mt 18,14) y si se nos pierde alguien, hay que dejar las 99 ovejas para buscar la perdida.
Parece como si en nuestras comunidades cristianas, cada tarde hubiéramos de pasar lista para ver quién nos falta. Una comunidad cristiana así tiene los rasgos de una madre que cuida con esmero y cariño de sus hijos, pero muy especialmente, de los más desvalidos, de los «pequeños».
En nuestra Iglesia no puede faltar nunca ese sentido maternal. Pero a veces nos entretenemos demasiado en formulaciones doctrinales y códigos disciplinarios en los que no queda suficientemente claro el cuidado material por los pequeños. Cuando se nos olvida esto, pasamos a ser un simple colectivo humano que no interesa mucho.
Se dice con frecuencia que las cosas de la Iglesia tienen poco eco en los medios de comunicación social, sin embargo, los misioneros y misioneras de Ruanda han llenado muchas páginas y han entrado en la intimidad de muchos corazones sembrando admiración y cariño. Es que los rasgos maternales hacia los pequeños si son noticias y siguen cautivando la atención de mucha gente.
Emiliano Calle Moreno.
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