Píldora de Meditación 540

Nos conmueve el testimonio ajeno, nos parece increíble como Dios obra en la vida de los demás, descubrimos que el Señor se manifiesta de manera extraordinaria en la vida de “algunas” personas.

¿Pero tu testimonio no es igual de grande?

No menosprecies la historia de tu vida, ni la huella que Dios va trazando en ella. Tal vez no bajaron las estrellas del cielo ni te habló un ángel, pero a diario estás batallando para llevar el pan a tu mesa, se ha ido sanando tu corazón roto, vas aprendiendo a perdonar a los que te lastimaron, luchas constantemente contra esos pecados que tanto te mortifican, estuviste enfermo y te vas recuperando.

¿No logras ver una fuerza milagrosa guiando la historia de tu vida? Te lo repetiré una y mil veces de ser necesario, tu historia es un milagro y Dios está escribiendo en cada día de ella, y pase lo que pase esa historia tendrá un final feliz, pues el Señor mismo te lleva de la mano y si eres dócil a su voluntad, todo terminará bien.

Sufrimos es cierto, como sufre una madre al dar a luz y luego puede abrazar al hijo que llevaba en su vientre, como sufre un niño que se hace adolescente para convertirse en un hombre adulto, como sufre una semilla que se rompe para que de ella salgan raíces y luego un árbol que dará sombra y muchos frutos.

Incluso el dolor más fuerte, una enfermedad de esas que mal llamamos incurable, al final cerrarás los ojos y después del último suspiro verás una luz que te conducirá hacia los seres queridos que tanto amaste, terminaran las tormentas terrenas y los dolores y podrás ver cara a cara a Dios en ese cielo glorioso y eterno, en esa felicidad que no tendrá fin.

Estamos de paso, viviendo en medio de dificultades, unos por dinero, otros por salud, unos luchando con la impaciencia, otros con el pesimismo, pero siempre podremos contarle a los demás, como el testimonio de nuestra vida ha estado marcado por el amor y la presencia de Dios.

La fuerza de nuestro testimonio está sostenido por la acción de la gracia, por la manera amorosa y pedagógica en que Dios nos ha conducido por el camino de la vida. El nos ha enseñado a confiar, a comprender que esa hoja que está escribiendo lleva como título nuestro nombre propio, que no somos parte de una masa sin identidad, ni somos un número más, nuestro testimonio es una historia entre Dios y cada uno de nosotros, un testimonio de amor del Señor que terminará con final feliz, no lo duden.

El testimonio de cada uno de nosotros es hermoso, grande, lleno de bendiciones… lleno de Dios.

Dios los bendiga

Felipe Gómez

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