(XVI° Dom. Ord. A 2023)
Libro de la Sabiduría (Sb 12,13.16-19)
“No hay más Dios que tú, que cuidas de todo, para demostrar que no juzgas injustamente.
Tu poder es el principio de la justicia y tu soberanía universal te hace perdonar a todos.
Tú demuestras tu fuerza a los que dudan de tu poder total y reprimes la audacia de los que no lo conocen.
Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia, porque puedes hacer cuanto quieres.
Obrando así enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano, y diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento.”
Salmo Responsorial (Salmo 85)
R/. Tú, Señor, eres bueno y clemente.
Tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.
Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor,
bendecirán tu nombre:
“Grande eres tú y haces maravillas,
tú eres el único Dios”.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal
mírame, ten compasión de mí.
Carta de san Pablo a los Romanos (Rm 8,26-27)
“Hermanos: El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.
El que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.”
Aleluya
Aleluya, aleluya.
“Te doy gracias, Padre, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla”.
Aleluya.
Evangelio de san Mateo (Mt 13,24-43)
“En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola a la gente:
– El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo:
“Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”
Él les dijo:
“Un enemigo lo ha hecho.”
Los criados le preguntaron:
“¿Quieres que vayamos a arrancarla?”
Pero él les respondió:
“No, que podrían arrancar también el trigo. Déjenlos crecer juntos hasta la siega, y cuando llegue la siega diré a los segadores:
“Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla y el trigo almacénenlo en mi granero.”
[Les propuso esta otra parábola:
– El Reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.
Les dijo otra parábola:
– El Reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina y basta para que todo fermente.
Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada.
Así se cumplió el oráculo del profeta:
“Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo”.
Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle:
– Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.
Él les contestó:
– El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles.
Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será el fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su Reino a todos los corruptos y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.]”
Reflexión
El mensaje cristiano proclama tolerancia. La hora de la siega no está en las manos de los hombres, gracias a Dios. La tentación que sufrimos es la de querer arrancarlo todo enseguida.
El evangelio de hoy dice que, al lado del trigo bueno, apareció también la cizaña.
En el transcurrir ordinario de la vida humana descubrimos esta forma de ser en las personas: cuando amamos a una persona, tendemos a verle sólo cosas buenas; cuando sentimos antipatía por alguien, sólo le vemos cosas malas. Jesús quiere ayudarnos a descubrir el bien y el mal que hay en todos, en los grupos o comunidades, en la parroquia, en la diócesis, en la Iglesia, en cada uno de nosotros. Una visión objetiva de la realidad nos llevará a ver que hay mucho más de bueno que de malo. Aquello que ahora nos parece malo, quizá no lo es tanto. ¡A cuántos ejecutados o condenados, después de algún tiempo se les ha descubierto que eran inocentes! Además, personas que han tenido un pasado malo, pueden cambiar, pueden convertirse en personas dignas y servir a la humanidad.
Una tendencia espontánea de los hombres es aquella de repartir la humanidad en dos grandes categorías: los buenos de una parte, los malos de la otra. A veces pensamos y creemos que somos Dios y comenzamos a agrupar a las demás personas: Aquí, las personas decentes; allí los irrecuperables. ¡Al fuego unos y al cielo los otros! Esta tendencia está presente también en el plano religioso. Invocamos bendiciones sobre nosotros, sobre nuestra familia, sobre nuestra propia nación; y que las maldiciones golpeen a los otros, a los contrarios, a los enemigos, a aquellos que se oponen. Siempre ha existido una tentación en los mejores cristianos: formar todos juntos un hermoso campo de trigo. Y nos sorprendemos y preguntamos: ¿Por qué tantos malhechores?, ¿Qué espera Dios para aniquilarlos a todos? etc…
Contamos con una lección de realismo que no debemos olvidar: ¡aceptar vivir en un mundo en el que hay por todas partes buenos y malos, trigo y cizaña! La mejor actitud del cristiano es pedir a Dios que nos ayude a calmar estas impaciencias, al igual que la nuestra, pues, sabemos que habrá un juicio al final de los tiempos. Y entonces el juez será únicamente Dios.
Cristo ve a su Iglesia como un pueblo de amplia acogida y de gran paciencia. Él sabe que nadie es enteramente puro, ni enteramente malo. Jesús inaugura el «Reino de los últimos tiempos» no como juez que separa los buenos de los malos, sino como Pastor universal, venido primero que todo por los pecadores. Él no excluye del Reino a ninguno: todos somos convocados, todos podemos entrar. Jesús encarna la paciencia divina. Ningún pecado puede bloquear absolutamente la relación con la potencia misericordiosa de Dios. Jesús no anuncia una comunidad de puros y de santos. Él es paciente con todos y deja a los pecadores el tiempo de maduración de la propia conversión.
La Iglesia tiene por misión encarnar entre todas las personas –varones y mujeres- la paciencia de Jesús. Su tarea es revelar el verdadero rostro del Amor. Aquí en la tierra, el grano está siempre mezclado con la cizaña, y la línea de demarcación entre el uno y el otro no pasa a través de las páginas de los registros parroquiales o por los confines de las naciones, sino en el corazón y en la conciencia de cada persona. Se debe recordar siempre que la separación entre buenos y malos no se hará aquí igual que después de la muerte.
Estando constituida por personas, varones y mujeres- y viviendo en medio del mundo, la Iglesia corre continuamente el riesgo de contaminarse del mundo y de ver crecer, al interior de sus filas, las plantas de la cizaña junto al grano bueno. Algunos cristianos querrían recurrir a medios violentos y drásticos: excomulgar a los miembros más débiles, quemar a los herejes, imponer con violencia las exigencias del Evangelio en la cara de los cristianos y no cristianos con la política del «conmigo o contra mí». Pero el Reino de Dios tolera a los malvados y a los pecadores, porque tiene una inamovible fe en la acción de Dios que está en dirección a la liberación del hombre.
Como afirmara San Juan XXIII: «La dulzura es la plenitud de la fuerza».