(XXXIV° Dom. Ord. A, Cristo Rey 2023)
Libro del profeta Ezequiel (Ez 34,11-12.15-17)
“Así dice el Señor Dios:
– Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas siguiendo su rastro.
Como un pastor sigue el rastro de su rebaño cuando se encuentra las ovejas dispersas, así seguiré yo el rastro de mis ovejas; y las libraré, sacándolas de todos los lugares donde se desperdigaron el día de los nubarrones y de la oscuridad.
Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear –oráculo del Señor Dios.
Buscaré las ovejas perdidas, haré volver las descarriadas, vendaré a las heridas, curaré a las enfermas; a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré debidamente.
En cuanto a ustedes, ovejas mías, así dice el Señor Dios:
– He aquí que yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío.”
Salmo Responsorial (Salmo 22)
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor,
nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar.
Me conduce hacia fuentes tranquilas,
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Preparas una mesa ante mí
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor,
por años sin término.
Primera Carta de Pablo a los Corintios (1Cor 15,20-26 a. 28)
“Hermanos: Cristo ha resucitado, primicia de todos los que han muerto.
Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección.
Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida.
Pero cada uno en su puesto: primero Cristo como primicia; después, cuando él vuelva, todos los cristianos; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza.
Cristo tiene que reinar, hasta que Dios “haga de sus enemigos estrado de sus pies”.
El último enemigo aniquilado será la muerte.
Al final cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo.
Y así Dios lo será todo para todos.”
Aleluya
Aleluya, aleluya.
“Bendito el que viene en nombre del Señor: Bendito el reino que viene de nuestro padre David.
Aleluya.
Evangelio de san Mateo (Mt 25,31-46)
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre y todos los ángeles con él se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.
El separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y podrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha:
“Vengan ustedes, benditos de mi Padre; hereden el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, fui forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, en la cárcel y vinieron a verme”.
Entonces los justos le contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”.
Y el rey les dirá:
“Les aseguro que cada vez que lo hicieron con uno de éstos mis humildes hermanos, conmigo lo hicieron”.
Y entonces dirá a los de su izquierda:
“Apártense de mí, malditos; vayan al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, fui forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y en la cárcel y no me visitaron”.
Entonces también éstos contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te asistimos?”.
Y él replicará:
“Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicieron conmigo”.
Y éstos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna”.
Reflexión
¡Cristo es el Rey del universo y de cada uno de nosotros!
La solemnidad de Cristo Rey, es una de las fiestas más importantes del calendario litúrgico, porque celebramos que Cristo es el Rey del universo. Su Reino es el Reino de la Verdad y la Vida, de la Santidad y la Gracia, de la Justicia, del Amor y la Paz.
La fiesta de Cristo Rey fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de marzo de 1925. El Papa quiso motivar a los católicos a reconocer en público que el mandatario de la Iglesia es Cristo Rey.
Posteriormente se movió la fecha de la celebración dándole un nuevo sentido. Al cerrar el año litúrgico con esta fiesta se quiso resaltar la importancia de Cristo como centro de toda la historia universal. Él es el alfa y el omega, el principio y el fin. Cristo reina en las personas con su mensaje de Amor, Justicia y Servicio. El Reino de Cristo es eterno y universal, es decir, para siempre y para toda la Humanidad.
Con la fiesta de Cristo Rey se concluye hoy el año litúrgico 2023. Esta fiesta tiene un sentido escatológico pues celebramos a Cristo como Rey de todo el universo. Sabemos que el Reino de Cristo ya ha comenzado, pues se hizo presente en la tierra a partir de su venida al mundo hace más de dos mil años, pero Cristo no reinará definitivamente sobre todos los hombres –varones y mujeres– hasta que vuelva al mundo con toda su gloria al final de los tiempos, en la Parusía.
Debemos situar esta fiesta de Cristo Rey dentro de las perspectivas litúrgicas del Viernes Santo. El mundo posee su autonomía propia, no pertenece a la Iglesia. Sólo desde la fe podemos afirmar que Jesucristo es Señor del mundo y de los hombres.
La realeza de Cristo no se visibiliza en la Iglesia por sus poderes o su esplendor, sino por la justicia, el servicio y la caridad.
En la fiesta de Cristo Rey celebramos que Cristo puede empezar a reinar en nuestros corazones en el momento en que nosotros se lo permitamos, y así el Reino de Dios puede hacerse presente en nuestra vida. De esta forma vamos instaurando desde ahora el Reino de Cristo en nosotros mismos, en nuestros hogares, empresas, pueblos y regiones.
En esas parábolas sobre el Reino de Dios, Jesús nos hace ver claramente que vale la pena buscarlo y encontrarlo, que vivir el Reino de Dios vale más que todos los tesoros de la tierra y que su crecimiento será discreto, sin que nadie sepa cómo ni cuándo, pero eficaz.
Debemos recordar que los cristianos católicos tenemos el encargo de predicar y extender el reinado de Jesucristo entre hombres y mujeres de todas las condiciones y lugares. Esta predicación y extensión debe ser el centro de nuestra vida como miembros vivos de la Iglesia. Se trata de lograr que Jesucristo reine en el corazón de toda la humanidad, en el seno de los hogares, en las sociedades y en los pueblos. Con esto conseguiremos alcanzar un mundo nuevo en el que reine el amor, la paz y la justicia, la solidaridad y la salvación eterna de todos los hombres y mujeres.
Un primer paso para lograr que Jesús reine en nuestra vida, es conocer a Cristo, mediante la lectura y reflexión del Evangelio, la oración personal y los sacramentos –en especial la Reconciliación y la Eucaristía–, pues, quien lo haga recibirá gracias que van abriendo nuestro corazón a su Amor.
Al conocer a Cristo empezaremos a amarlo de manera espontánea, porque Él es toda bondad. Y cuando uno está enamorado se le nota.
El siguiente paso es imitar a Jesucristo. El Amor nos llevará casi sin darnos cuenta a pensar como Cristo, a querer como Cristo, a sentir como Cristo y a actuar como Cristo. Viviremos una vida de verdadera caridad y autenticidad cristiana. Cuando imitamos a Cristo conociéndolo y amándolo, podemos experimentar que el Reino de Cristo ha comenzado para nosotros. Y entonces ahora sí podremos llevar nuestro amor a la acción de extender el Reino de Cristo a todas las personas.
La solemnidad de Cristo, Rey del universo, nos invita a repetir con fe la invocación del Padrenuestro, que Jesús mismo nos enseñó: «Venga tu reino».
¡Venga tu reino, Señor! «Reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz». Amén.