«Tal vez suceda que una vez cada siglo, la alabanza eche a perder a un hombre o lo haga insufrible, pero es seguro que una vez cada minuto algo digno y generoso muere por falta de elogio».
Si alguien dijera: «mi pareja me elogia muy pocas veces, no suele darme gusto y cuando lo hace teme excederse, no se preocupa por mi salud, me dedica poco tiempo y casi nunca me contempla», estaríamos de acuerdo en dudar de que existe un sentimiento de afecto (aplíquese lo mismo a la vida religiosa con el hermano o superior)
El amor se exterioriza hacia afuera con conductas. Si no expreso el sentimiento positivo, el amor se vuelve algo inconcluso, trunco y descolorido (= muéstrame tu amor sin obras que yo te demostraré el mío con obras). De manera similar el amor a uno mismo debe expresarse con comportamientos tangibles, aunque la cultura los vea mal.
¿Por qué debemos ser miserables con nosotros mismos? ¿Cuántas veces nos auto-elogiamos, nos damos gusto y nos contemplamos? No suele haber tiempo para eso. Si el trabajo dignifica al hombre, el descanso y la recreación también. Planeamos con una exactitud rigurosa los compromisos asumidos, horarios de trabajo, presupuestos económicos, visitas de condolencia, asistencia a enfermos, cambio de aceite al carro, ida al dentista, etc.
El tiempo libre es, en cambio, considerado como un efecto residual, algo que «sobra» después del trabajo y que muchas veces no sabemos qué hacer con él. El trabajo es sagrado y nuestro tiempo libre no. La sociedad actual nos lleva a cien kilómetros por hora en un viaje donde no hay tiempo para el paisaje. ¡Si alguien se detiene, le pasan por encima…! ¡No hay tiempo! El descanso se ha reducido a una función pasiva de recuperación de fuerzas. ¡Muchas personas no duermen, se desmayan!.
Debemos disponer de tiempo para los hijos, la pareja, los padres, pero no se nos ocurre utilizar algunas horas en beneficio propio. Pensamos que el tiempo mejor aprovechado es el destinado a producir bienes materiales o dinero. No nos interesa producir salud mental.
Irracionalmente creemos que es fundamental mantenerse «activos» casi todo el tiempo, o sea, haciendo algo. Se considera que pensar, soñar, fantasear, dormir, meditar o mirar, no es actuar. Esto es sinónimo de vagancia o «buena vida». Si pensamos así, jamás disfrutaremos de amarnos, ya que siempre podríamos estar haciendo algo «más productivo». Es un acto de irresponsabilidad no dedicar tiempo a ti mismo.
Quererse a sí mismo, no debería ser distinto a querer a otros. Cuando amamos a alguien, intentamos hacérselo saber con actos dirigidos a producir bienestar y satisfacción a la otra persona. De manera similar, debes demuéstrate a ti mismo que te quieres con actos dirigidos a producir auto-bienestar y autosatisfacción.
Los siguientes son algunos prerrequisitos y formas para expresarte afecto a ti mismo.
Filosofía hedonista
Hedonismo significa placer, satisfacción, regocijo, goce y bienestar. Implica un estilo de vida orientado a buscar el disfrute y a «sacarle el provecho» a las cosas que nos rodean. La filosofía hedonista encierra la aceptación implícita del derecho a disfrutar.
Es imposible aprender a quererte a ti mismo si no aceptas vivir intensamente. Uno de los grandes males de este siglo es la escasa capacidad de sentir pasión. No importa hacia que, la pasión es darle sentido a la vida, es crear un sentimiento de alto grado de fuerza y vigor, es vibrar con energía. El pleno disfrute se observa también en las cosas cotidianas, como coleccionar escapularios, cultivar rosas, leer, ir al cine, escuchar música, escribir, cocinar, jugar ajedrez, pintar, etc. Cualquier cosa que elijas puede convertirse en tu pasión, si trabajas activamente para ello.
El que busca encuentra. La felicidad no llega a la puerta, hay que salir a buscarla y pelear por ella. ¿Hace tiempo que no sales a vagar sin rumbo fijo? ¿Desde hace cuánto no ensayas comidas, ropas, paseos, deportes o nuevas posiciones en el sexo? La premisa «más vale malo conocido que bueno por conocer», se convierte con el tiempo en la clave del entumecimiento y la inactividad emocional. Cuando lo cotidiano se vuelve demasiado usual y puedes prever tu futuro inmediato, significa que no has explorado lo suficiente. Cuando lo corriente se vuelve ritual, es hora de explorar.
Orientarse sanamente al disfrute y al placer es el terreno más fértil para que prospere la capacidad de quererse a uno mismo. Un espíritu desinhibido y sin restricciones emocionales, indudablemente favorecerá al desarrollo de una sensibilidad aguda y perceptiva, la cual a su vez mejorará la comunicación afectiva, y la comprensión de los estados internos. Si se aprende a disfrutar de la realidad, no es necesario alejarse de ella. Los estimulantes artificiales sobran.
Para acercarte al goce sano, hay que tener en cuenta:
– Saca tiempo para el disfrute. La vida no se ha hecho sólo para trabajar. Se trabaja para vivir, no lo contrario. No hay un tiempo para el amor, como no hay un tiempo para quererte a ti mismo. Tú lo defines de acuerdo a tus necesidades.
– Decide vivir hedonistamente. Acepta que la búsqueda del placer es una condición del ser humano. Forma parte de ti como algo natural. ¿Cuántos momentos de felicidad has perdido por no creer que lo merecías?
-Tienes la obligación de generar alternativas de vida para mantenerte feliz. Tienes un talento innato para vivir «bien» no lo desaproveches.
– Explora, busca, indaga. No te resistas a probar lo nuevo. Hay que ser un investigador de lo increíble y lo prodigioso.
– No racionalices tanto las emociones agradables. Si intentas «explicarte» y comprender permanentemente los sentimientos, los obstruyes irremediablemente. Obstaculizas su fluidez, los inhibes, los distorsionas e impides su normal desarrollo. Sal un día a caminar con la sencilla idea de escuchar los ruidos que te ofrece la ciudad o el campo.
En los recorridos diarios, mira con detalle las cosas que conviven contigo en el mundo (yo soy yo y mis circunstancias, decía Ortega y Gasset), déjate impresionar por las cosas sencillas. Si te sientas a comer, disfruta de tu comida.
Todo tu cuerpo posee la facultad de sentir a través del tacto. Tu piel es uno de los mejores sensores. Desgraciadamente, debido a su relación con la actividad sexual humana, el más castigado y censurado es tu cuerpo. No debes darle a tu epidermis un sentido ofensivo y vulgar como hacen los mojigatos. Si quieres acariciarte y sentir tu propia piel, !hazlo!; después de todo es tu cuerpo. Enfréntate a la naturaleza sin tantas defensas, quítate a veces la camisa o la ropa si te provoca, siente la brisa, el frío, o la tibieza del sol. No esperes las vacaciones para sacar tu piel a sentir. Camina descalzo, revuélcate en el prado; si te bañas, no te seques inmediatamente y concéntrate en cómo tu piel evapora el agua; sal a caminar en plena tormenta y déjate llevar por el viento; busca algo que nunca hayas tocado y hazlo. El contacto físico es la mejor manera de comunicar afecto.
Auto-elogio.
El diálogo interno comienza en la infancia y se desarrolla en la adolescencia. El auto-elogio es una manera de hablarte positivamente. Es una forma de contemplarte y de reconocerte tus actuaciones adecuadas. La propia auto-estimulación puede ser más poderosa en sus efectos que la felicitación o el elogio que viene desde afuera. Permite el fortalecimiento de la auto-estima, genera buenos hábitos de higiene mental y, lo más importante, ayuda a que la conducta auto-elogiada se siga dando en el futuro.
Las siguientes son algunas de las «razones» a las cuales se apela para negar el auto-elogio:
– «No soy merecedor» o «no fue gran cosa». Típico de las personas que ven la modestia o la subestimación de los logros personales como un acto de entrega y humildad, a la manera de los grandes hidalgos. En realidad es un acto de hipocresía en la gran mayoría de los casos. Todo lo que hagas bien, o así te parezca, es digno de auto-elogio. Subestimar tus logros y tu desempeño, siendo en realidad buenos, es una señal de que tu salud mental empezó a flaquear. Siempre eres merecedor de tus propias felicitaciones.
–«Era mi deber» o «era mi obligación». Esta actitud militarista, típica de un recluta, no le sirve a tu autoestima. ¿Llevaste a cabo bien tu deber?, !felicítate! !Regálate un «muy bien»! Tu principal deber es para contigo. Se ha dicho con vehemencia que el deber no se premia. De ser cierto, muchos deberían devolver medallas.
– «Es de mal gusto auto-elogiarse». Si lo haces en tu fuero interno, simplemente nadie se dará cuenta. El buen gusto comienza por casa. Auto-elogiarse es una necesidad. Si no alimentas tu autoestima, tu ego será anémico y raquítico. ¿Es de mal gusto tener gases, orinar, dormir, bostezar? Si lo haces en público, muy posiblemente sí, pero a solas se te permite hacer so y cualquier otra cosa más. El auto-elogio por definición es un acto que realizas a solas, de manera encubierta, sin espectadores de ninguna índole. El amor nunca es de mal gusto. El castigo sí.
Cuando intentamos halagar a alguien podemos utilizar al menos cuatro formas de elogios, según el grado de compromiso.
– Elogios impersonales (tu camisa es muy linda, tienes una hermosa casa, tu perfume huele bien).
– Elogios personales donde se involucra parcialmente a la persona a la cual va dirigida el elogio (la camisa te queda bien, ese peinado te queda muy bien, tu casa muestra que tienes buen gusto, etc.
– Elogios dirigidos a características de la persona (Eres muy inteligente, tu cuerpo es muy bello, tu voz es espectacular, eres una gran persona, eres una persona ejemplar, eres un muy buen amigo, etc.).
– Elogios dirigidos a características de la persona donde el dador del elogio se involucra. Muy pocas personas son capaces de dar este tipo de halagos sin sentirse ridículos, nerviosos o inseguros (admiro tu inteligencia, me encanta tu cuerpo, adoro tu sonrisa, envidio tu alegría, etc.). La expresión libre y franca de sentimientos positivos a las personas que nos rodean, no es fácil. Pero en la autovaloración se superan (me gustan mis ojos, me encanta ser inteligente, me fascinan mis piernas, etc.), no ocasionan riesgos, ni rechazos, ni malos entendidos.
La auto-expresión de sentimientos positivos nos hace sentir bien sencillamente porque es agradable el buen trato. ¿Qué hacer para generar la sana costumbre de auto-elogiarse?
En primer lugar debes hacerte consciente de tu diálogo interno y de lo que dices cuando has alcanzado un logro. Puedes descubrir, que no te dices nada (el éxito pasó desapercibido) o te auto-castigas (el éxito ha sido insuficiente para las aspiraciones que posees): «lo debería haber hecho mejor». No olvidar que la excesiva autoexigencia es perjudicial para la salud mental, pues, genera estrés, insatisfacción y tristeza.
El primer paso entonces, es hacer consciente como te tratas y lo que te dices a ti mismo. Esto se logra llevando un registro detallado durante una o dos semanas.
El segundo paso es estar pendiente de cuando haces algo bien hecho para auto-elogiarse. En las etapas iniciales el auto-elogio debe hacerse en voz alta para que te puedas escuchar: «eso estuvo bien!», «!genial!».
El tercer paso consiste en auto-admirarte el auto-elogio en voz baja, hasta que se convierta en pensamiento,
El cuarto paso es ensayarlo bastante, para que a través de la práctica se afiance y se vuelva automático, como manejar un carro o escribir a máquina.
Auto-recompensa
Es otra manera de auto-expresarte el afecto.
El culto al ahorro excesivo nos ha llevado a creer que todo aquello que no redunde en plata o en beneficios materiales, es una mala inversión. El culto al ahorro nos hace almacenar cualquier cosa. Todo por si algún día… Atesorar demasiado lleva a como dice el refrán: «vivir como pobres y tener un entierro de ricos». El espíritu del ahorro es bueno si se hace con prudencia. Ahorrar no debe convertirse en un fin en sí mismo, sino una actitud previsora.
¿Te premias?, ¿Te das gusto?, ¿Cuánto tiempo a la semana estás contigo?, ¿Cuánto tiempo has dedicado en construir un espacio agradable a tu alrededor? Nosotros somos especializados para «fabricar» ambientes lúgubres e insulsos, a veces puros sepulcros… ¿Tu casa está acoplada a tus necesidades?, ¿Cuántas cosas te molestan y pese a eso aún subsisten contigo?, ¿Qué te gustaría hacer con tu alcoba?, ¿Cuántos amigos no te gustan?, ¿A cuántos lugares concurres que no quisieras ir?, ¿Cuántas comidas comes que te aterran, pudiendo comer otras cosas?, ¿Planeas tu diversión?. En fin, pregúntate si lo que has construido a tu alrededor contribuye a tu felicidad o a tu entierro en vida.
No, a los cultos
Estos cultos son: el culto a la habituacion, el culto a la racionalización, el culto al control, el culto a la modestia y el culto al ahorro. Ellos son los peores enemigos de tu autoestima, pues, nos llevan al menosprecio y a la subestimación personal.
«No a los cultos» significa reconocer que determinados valores inculcados por nuestra sociedad se han llevado demasiado lejos. Si tomas muy a pecho las creencias mencionadas y las conviertes en dogmas de fe, te sentirás un pecador cada vez que nos las cumplas al pie de la letra. Te sentirás culpable de amarte a ti mismo.