Píldora de Meditación 488
Por la mañana yo dirijo mi alabanza a Dios que ha sido y es mi única esperanza.
Por la mañana yo le invoco con el alma y le suplico que me dé su dulce calma.
Él nos escucha, pues, nos ama tanto y nos alivia de cualquier quebranto;
nos da su mano poderosa y fuerte, para librarnos de la misma muerte.
Cuando la noche se aproxima tenebrosa, en elevarte mi oración mi alma se goza…
Siento tu paz inagotable, dulce y grata, porque temores y ansiedad Cristo nos mata.
También elevo mi cantar al cielo, cuando a la tierra baja el negro velo.
El sol se oculta, pero queda Cristo, a quien mis ojos en el sueño han visto.
Señor, gracias por tanto…, por cada nuevo amanecer y por cada anochecer.
Veo la sangre de sus manos que brotaron.
Veo la sangre brotando en su costado.
Una corona con espinas en su frente.
La multitud escarneciéndole insolente.
Pero, qué dicha cuando al cielo sube, lleno de gloria en majestuosa nube.
Allá en el cielo nos está esperando, mientras en tierra yo te sigo amando.
Gracias mi Señor por tanto Amor.
(Adap. de la canción de Ricardo Rodríguez)
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