IV° Dom. de Pascua C 2022

Libro de Hechos de los Apóstoles (Hch 13,14.43-52)

“En aquellos días, Pablo y Bernabé desde Perge siguieron hasta Antioquía de Pisidia; el sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento.

Muchos judíos y prosélitos practicantes se fueron con Pablo y Bernabé, que siguieron hablando con ellos, exhortándolos a ser fieles al favor de Dios.

El sábado siguiente casi toda la ciudad acudió a oír la Palabra de Dios. Al ver el gentío, a los judíos les dio mucha envidia y respondían con insultos a las palabras de Pablo.

Entonces Pablo y Bernabé dijeron sin contemplaciones:

– Teníamos que anunciarles primero a ustedes la Palabra de Dios; pero como la rechazan y no se consideran dignos de la vida eterna, sepan que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: “Yo te haré luz de los gentiles, para que seas la salvación hasta el extremo de la tierra”.

Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron mucho y alababan la Palabra del Señor; y los que estaban destinados a la vida eterna creyeron.

La Palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región. Pero los judíos incitaron a las señoras distinguidas y devotas y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron del territorio.

Ellos sacudieron el polvo de los pies, como protesta contra la ciudad y se fueron a Iconio. Los discípulos quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo.”

Salmo Responsorial (Salmo 99)

Somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Sirvan al Señor con alegría,
entren en su presencia con vítores.

Sepan que el Señor es Dios, que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.

Libro del Apocalipsis (Ap 7,9.14b-17)

“Yo Juan, vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.

Y uno de los ancianos me dijo:

– Estos son los que vienen de la gran tribulación, han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del Cordero.

Por eso están ante el trono de Dios dándole culto día y noche en su templo.

El que se sienta en el trono acampará entre ellos.

Ya no pasarán hambre ni sed, nos les hará daño el sol ni el bochorno. Porque el Cordero que está delante del trono será su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas.

Y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos.”    

Aleluya

Aleluya, aleluya.

“Yo soy el Buen pastor, dice el Señor, conozco a mis ovejas, y las mías me conocen”

Aleluya.

Evangelio de san Juan (Jn 10,27-30)

“En aquel tiempo dijo Jesús:

– Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno.”    

Reflexión

Hoy es el día del buen pastor. Es la fiesta del Obispo, del párroco, del sacerdote, del padre pastor de familia… Para entender lo que es «ser pastor» en la fiesta de hoy, se requiere precisar lo que significa «pastor» en la mentalidad bíblica, en la mentalidad semita. Es necesario para ello conocer lo que es la realidad del desierto en Palestina, y saber lo que importante y necesario para poder sobrevivir. Para el beduino del desierto, su vida gira en torno a tres realidades que cubren sus necesidades vitales: la carpa o tienda (cobijo, defensa, hospedaje, vivienda, vida familiar o del clan); el pequeño rebaño de ovejas y cabros (de éste saca la carne, la comida, el vestido, la música, la fiesta, la pascua, el trabajo, etc.); y el agua (sin ella es imposible la vida en el desierto; es imposible la sobrevivencia de las personas y de los rebaños (es necesaria para preparar los alimentos, para el baño escaso que se hace, para purificarse y para las medicinas, etc.).

Pensemos en aquel pastor pobre que sólo tiene un animalito del que saca la leche para su sustento y es su gran capital. Cómo cuida de su vaquita, de su ovejita, de su pollito o gallinita (Jesús coloca ejemplos, como el del buen pastor, el de la gallina que cuida de sus pollitos, etc.).

Cuando escuchamos que Jesús es el Buen Pastor, lo sentimos más nuestro, más mezclado en nuestro caminar, más interesado por nuestra vida y esto nos produce mucha alegría. El nos conoce a todos y a cada uno en particular. Él conoce nuestra intimidad, nuestras angustias, nuestras tristezas y frustraciones, nuestras luchas escondidas y dolorosas Él está pronto a curar nuestras heridas, pronto a levantarnos el ánimo e iluminar nuestro camino en las noches oscuras y fortaleciéndonos en los momentos difíciles.

Frente a los escribas y fariseos, Jesús proclama: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia». Esta es la diferencia manifiesta entre Jesús y aquellos otros pastores de Israel. A Jesús no le basta una vida de malvivir, de arrastrarse, de caminar en el miedo o en las tinieblas, como ocurría con muchas gentes sencillas sometidas al «pastoreo» de los escribas y fariseos. Jesús quiere que tengan vida y la tengan abundante. Por eso Jesús se acerca a los enfermos, pecadores, marginados, abandonados y tristes, los pobres con cualquier pobreza, las personas con vida rota.

Al igual que en los tiempos de Jesús, vivimos una situación muy grave en nuestros pueblos, ciudades e incluso familias: la descomposición moral que genera y es generada por la violencia, el deseo de poder, el dinero fácil, la soberbia, la envidia, la venganza, el odio y hasta el miedo. Es el caso de los escribas y fariseos frente a los cuales Jesús les dice que son ladrones y bandidos, que nos les preocupan sus ovejas, sino que están para robar, matar y hacer estrago. Ante a ellos, Jesús proclama: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia». A Jesús no le basta una vida de malvivir, de arrastrarse, de caminar en el miedo o en las tinieblas, como ocurría con muchas gentes sencillas sometidas al «pastoreo» de los poderosos y corruptos de entonces y de hoy. Jesús quiere que tengan vida, vida digna y la tengan en abundancia.

El evangelio se hace eco de los gritos de angustia de los pobres: «Señor, que vea», «Jesús, hijo de David, ten compasión de mí», «Jesús, mi hija está en las últimas», «Señor, no tengo a nadie», «Si quieres puedes limpiarme»… Son gritos de los pobres que se acercan a Jesús desde una vida quebrada, dolorida y triste. A Jesús le conmovía este dolor y «sentía lástima de la gente porque estaban como ovejas sin pastor», expuestos a muchos sufrimientos, errores y abusos de quienes ostentaban poder y lo usaban para malograr sus vidas. Jesús se conmovía, sentía pena ante este dolor.

Malograr una vida es algo muy serio y muy triste. Seguramente que alguna vez lo hemos visto con nuestros ojos. Es muy triste encontrarnos con jóvenes a los que sabemos que muy pronto matará la droga o el sida. Es triste ver cómo alguien está destrozando su matrimonio y su familia. Es triste ver a niños de los que tenemos el presentimiento que sus cumpleaños de joven los celebrará en el monte o una cárcel. Es triste encontrarse con ancianos que por mal genio están condenados a vivir abandonados de todos. Jesús sentía pena y ese sufrimiento por los desgraciados del mundo lo acompañó hasta su muerte en la cruz.

Jesús es el Buen Pastor que se interesa por nuestra. Él conoce la vida de cada uno de nosotros con todas sus arandelas: heridas, angustias, tristezas, frustraciones, proyectos, luchas escondidas y dolorosas y hasta los malos propósitos. Él está pronto a curar estas heridas, para levantarnos el ánimo e iluminar nuestro camino en las noches oscuras y fortalecernos en los momentos difíciles.

Él se juega todo por cada uno de nosotros, solo por Amor, hasta dar su vida en el Calvario. Por esto, Jesús es el Buen Pastor. Él atrae a los hombres por su sencillez y por su bondad. Jesús viene a subyugar con el suavísimo reclamo de su cayado. No hay un solo Pastor que sea de casta y naturaleza diferente de la casta y naturaleza de las ovejas y corderos. Por esto la insistencia del Papa Francisco para que los pastores huelan a oveja. Cristo el Buen pastor nos muestra cómo Él lo ha hecho al asumir nuestra humanidad en la encarnación.

Sean misericordiosos con las ovejas descarriadas; llénense, revístanse, cárguense de la misericordia de Dios; salgan, con esa misericordia, revestidos de ella, llenos de ella a buscar las ovejas descarriadas para curarlas y guiarlas al redil, con la fuerza inmedible, pero invencible e insustituible del amor.

No apagues la mecha que aún está encendida. Cada oveja, por mala que sea, tiene el valor, en sí, de la sangre de Jesucristo, hecho el Cordero de Dios, por Amor. Tú, igualmente, acércate a cada persona con infinito respeto e infinito amor, consciente de que cada persona, por perversa y mala que te parezca y que así sea, es como el talento confiado al siervo inútil. De ese talento y de su rendimiento se te pedirá cuentas, y quien te juzgará por las ovejas es el mismo Dueño, que las quiere de tal modo que ha dado su vida por salvarlas.

El Amor, que es la fuerza de Dios, sea nuestra fuerza para curar, encontrar, guiar y liberar a los extraviados. Llenémonos de Dios, abrámonos a Él con amor, a Él que no perdonó ni a su propio Hijo, que se entregó a la muerte en la cruz.