(Natividad del Señor 2023)

Libro del profeta Isaías (Is 62,11-12)

“El Señor hace oír esto hasta el confín de la tierra:
Digan a la hija de Sión:
Mira a tu salvador que llega,
el premio de su victoria lo acompaña,
la recompensa lo precede.
Los llamarán “Pueblo santo”, “redimidos del Señor”;
a ti te llamarán “Buscada”,
“Ciudad no abandonada.”

Salmo Responsorial (Salmo 96)

R/. Hoy brilla una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor.

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Los cielos pregonan su justicia
y todos los pueblos contemplan su gloria.

Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.

Carta de san Pablo a Tito (Tit 3,4-7)

“Ha aparecido la Bondad de Dios y su Amor al hombre. No por las obras de justicia que hayamos hecho nosotros, sino que según su propia misericordia nos ha salvado con el baño del segundo nacimiento y con la renovación por el Espíritu Santo; Dios lo derramó copiosamente sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro Salvador.

Así, justificados por su gracia, somos, en esperanza, herederos de la vida eterna.”

Aleluya

Aleluya, aleluya.

“Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.”

Aleluya.

Evangelio de San Lucas (Lc 2,15-20)

“Cuando los ángeles los dejaron, los pastores se decían unos a otros:

– Vamos derecho a Belén, a ver eso que ha pasado y que nos ha comunicado el Señor.

Fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño.

Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.”

Reflexión

He aquí que les anuncio una gran alegría: hoy ha nacido el Salvador que es el Cristo Señor. Deseamos llegue a ustedes esta voz evangélica.

El Nacimiento de Cristo que se renueva constantemente en el tiempo, marca una fecha perenne; y hacemos bien al celebrar todos los años, como hoy, el recuerdo lejano del singular e inefable acontecimiento, la venida del mismo Hijo de Dios entre nosotros.

Navidad es el misterio maravilloso e insondable de la Encarnación, la fiesta del Dios con nosotros. Nuestra fe tiene allí su fundamento; nuestra concepción del enigma humano, su única clave de interpretación; y para nosotros, hay allí una legítima estación de nuestro itinerario espiritual, la fórmula satisfactoria y definitiva: en la venida de Cristo al mundo está la salvación; su nombre es Jesús, que quiere decir Salvador. Como dijera san Pedro: «Fuera de Jesucristo no se ha dado otro nombre a la humanidad, bajo el cielo, en el cual nosotros podamos ser salvados» (Hch 4,12).

¡Felices Pascuas de Navidad! Reciban ustedes este fraterno saludo cristiano, el más alegre y lleno de esperanza; igualmente para sus familias, y especialmente para sus hijos, para sus niños. Es la fiesta de la vida humana, asumida como propia por el Hijo de Dios.

Con María, la Virgen, Madre de Cristo, saludamos, también, con inmenso respeto a las madres, deseándoles que su humanísima y trascendental misión sea honrada, protegida y celebrada por nuestra sociedad civil y cristiana.

En este día de Navidad, nos acordamos, de modo especialísimo, de todos los hermanos(as); especialmente de los pobres, de los enfermos, de los ancianos, de los secuestrados, de los desocupados, de los «marginados», de los presos, de los que son víctima de la violencia y la injusticia. No puede ser feliz nuestra Navidad, si no es piadosa y generosa de interés y de ayuda hacia quien, próximo o lejano, se nos presenta con el rostro de Cristo, es decir, de hombre –varón o mujer–necesitado de nuestra solidaridad y de nuestro amor.

María, la Madre de Cristo, se hace abogada de nuestra Navidad feliz…

¡FELIZ NAVIDAD!

Diga hoy: «Feliz navidad!» También mañana y pasado mañana. Una vez y muchas veces.

Diga «¡Feliz Navidad!» a las personas con quienes vive y a los compañeros de estudio o de trabajo. A los amigos y a los que no lo son tanto. A las personas con las que se cruce. A aquellos a quienes hace tiempo no ve. A su vecino.

Póngale música a sus deseos navideños. Acompáñelos con gestos de cariño y con una hermosa sonrisa.

Pregúntate qué puedes hacer para ser feliz y comunicar la felicidad a los que te rodean, especialmente a los más necesitados de tu cercanía –enfermos, ancianos, pobres y víctimas de la injusticia y la violencia–. Para hacer de este, un mundo feliz.

Pero sobre todo y por encima de todo, no permitas que tus deseos se queden en palabras vacías, en fórmulas de compromiso, en una mueca forzada. Desee felicidad y haz verdad tus deseos con hechos concretos.

Pregúntate sinceramente si eres de las personas que comunica felicidad o si, por el contrario, eres de los que dejan a su paso molestias, chismes, resentimientos, mal sabor de boca y sobre todo heridas morales, que son difíciles de curar.

Pregúntate si tus hijos son felices al lado tuyo, si tus familiares son felices contigo; si llegas a tu casa cariñoso y feliz de poderte encontrar nuevamente con los tuyos, o si te tienen que lidiar tu intransigencia, tu mal genio, tu borrachera, tu soberbia, tu grosería, tu descontento, tu cara de aburrido…

Pregúntate si como hijo y hermano estás haciendo algo por la felicidad de tu familia. Si con tu egoísmo y tu peleadera, tus silencios y tus exigencias no estarás haciendo la vida insoportable, agregándole más dolor al sufrimiento que ya están aguantando.

Pregúntate si haces feliz a su esposo o a tu esposa y pregúntate qué podría hacer para que él o ella se sintiera más feliz. Y qué tendría que dejar de hacer, para que crezca en tu corazón, en el de tu esposa e hijos, la paz y la alegría.

Pregúntate cómo se siente a tu lado la gente que trabaja contigo. Te temen porque se te subió el poder, o si temen a tus comentarios, a tu mirada de rechazo, a tus críticas, tus jugadas sucias…

Pregúntate si tus empleados son felices. Si se sienten respetados, apreciados y justamente pagados por ti. Pregúntate si tienes que cambiar para que haya felicidad todos los días del año entre quienes trabajan para ti o contigo. Y si ser justo no te haría más feliz.

Recuerda: Navidad, como la felicidad, es ver una sonrisa en los labios de los demás. Pero una sonrisa que no se apague al día siguiente. Es la satisfacción del deber cumplido. Es poder contar con lo necesario para vivir dignamente. Es sentirte respetado y apreciado.

La única y verdadera paz y felicidad viene de Dios. Y ese es el deseo navideño que casi maquinalmente intercambiamos. «Feliz Navidad” es desear que se haga Navidad en el corazón de todas las personas, que Dios nazca en ti y en mí, que el amor de Dios irrumpa en nuestras vidas para alcanzar la paz y ser felices.

Este es mi deseo para esta Navidad de 2023 y para todos los días del 2024. Y otra vez, con todo el corazón:

«¡Feliz Navidad!»