¡Oh Espíritu Santo, Divino Consolador y Dulce Huésped del alma!
Yo, con todo el amor, te alabo, te amo y te bendigo.
Me entrego hoy, libre y espontáneamente a Ti,
para que me poseas,
para que regules mis fuerzas y sentidos,
me ilumine, me fortalezca, me consuele,
me serene y me bendigas.
Inunda mi inteligencia de luz celestial para conocer:
- tu divina voluntad
- lo que puedo ver y debo hacer
- lo que puedo y debo modificar
- lo que no depende de mí, cambiar
- cómo debo conducirme en los acontecimientos de la vida
- cómo debo guiar a las personas
- cómo debo educar a la juventud
- cómo debo gobernar a los súbditos.
Robustece mi voluntad con fuerza divina
- para cumplir constantemente con el deber
- para cumplir fielmente los votos y las promesas
- para conformarme siempre y en todo, a tu divina voluntad
- para afrontar los problemas y dificultades
- para luchar eficazmente contra el mal
- para soportar las molestias y enfermedades
- para ser bueno(a), tolerante y paciente con todos.
Gracias te doy
- por haberme hecho cristiano(a) y religioso(a)
- por haberme movido a conocerte y a amarte
- por haberme infundido devoción hacia Ti
- por haberme colmado de gracias y favores.
Te ruego me ayudes
- a perseverar en tu amor y en el bien
- a vivir y a obrar en unión contigo
- a hacer fructificar en mí, tus siete dones
- a permanecer fiel a tus inspiraciones
- a evitar lo que contrista y ofende
- a extender tu reino en las personas
- a poseerte eternamente en el cielo.
Así sea.