(XVI° Dom. Ord. B 2024)
Libro del profeta Jeremías (Jer 3,1-6)
“¡Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño!
– oráculo del Señor, por eso, así dice el Señor, Dios de Israel:
– A los pastores que pastorean a mi pueblo: ustedes dispersaron mis ovejas, las expulsaron, no las guardaron; pues yo les tomaré cuentas, por la maldad de sus acciones.
– oráculo del Señor.
Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas, de todos los países a donde las expulsé, y las volveré a traer a sus campiñas, para que crezcan y se multipliquen.
Les pondré pastores que las pastoreen: ya no temerán ni se espantarán y ninguna se perderá.
– oráculo del Señor.
Miren que llegan días -oráculo del Señor- en que suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro. Y lo llamarán con este nombre: “El-Señor-nuestra-justicia”
Salmo Responsorial (Salmo 22)
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
En verdes praderas me hace recostar.
Me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo.
Tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del señor
por años sin término.
Carta a los Efesios (Ef 2,13-18)
“Hermanos: Ahora están en Cristo Jesús.
Ahora, por la sangre de Cristo, están cerca los que antes estaban lejos. Él es nuestra paz.
Él ha hecho de los dos pueblos, judíos y gentiles, una sola cosa, derribando con su cuerpo el muro que los separaba: el odio.
Él ha abolido la Ley con sus mandamientos y reglas, haciendo las paces, para crear, en él, un solo hombre nuevo. Reconcilió con Dios a los dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en él, al odio. Vino y trajo la noticia de la paz; paz a ustedes los de lejos, paz también a los de cerca.
Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre con un mismo Espíritu.”
Aleluya
Aleluya, aleluya
“Mis ovejas oyen mi voz, dice el Señor, yo las conozco y ellas me siguen.
Aleluya.
Evangelio de San Marcos (Mc 6,30-34)
“En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo:
– Vengan ustedes solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.
Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer.
Se fueron en busca de un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.”
Reflexión
Profundamente enraizada en la experiencia de los «arameos nómadas», como fueron los Patriarcas de Israel pertenecientes a una civilización pastoril (cfr. Dt 26,5), la metáfora del pastor que guía al rebaño explica de modo maravilloso dos aspectos aparentemente contrarios y muy separados de la autoridad ejercida sobre hombres y mujeres.
El pastor es un guía que ama. El pastor es un hombre fuerte capaz de defender a su rebaño contra las bestias feroces (cfr. 1Sam 17,34-37 y Mt 10,16); pero también está dedicado a sus ovejas, conoce su estado y, adaptándose a su situación, lleva a la oveja herida y enferma en sus brazos (cfr. Is 40,11), amando tiernamente a la una y a la otra, «como a una hija» (2Sam 12,3).
En este Domingo, la primera lectura es una profecía sobre la venida de Cristo, el Mesías. La dispersión de un pueblo es una señal de que algo ha salido mal. Es un signo de mal liderazgo y fracaso del sistema. Así como ovejas sin un pastor las pobres gentes tienen que dispersarse en busca de supervivencia. Esta es la imagen que vemos hoy día en nuestros países y en todo el mundo.
La viva expectativa de los antiguos profetas tiene su cumplimiento en Jesús. «Ustedes estaban errantes como ovejas, pero ahora han regresado al Pastor y guardián de sus almas» (1Pe 2,25). Jesús se conmueve del rebaño disperso, porque estaba como ovejas sin pastor.
Entre la promesa hecha en el AT y su cumplimiento en el NT se presenta esta realidad: Mientras los jefes judíos disfrutan el pueblo, Jesús y sus discípulos dedican todo el tiempo a atenderlo hasta tal punto que no les quedaba ningún momento para comer y descansar. Mientras los jefes de Israel dispersan al pueblo, Jesús es el Pastor que lo reúne. Ante el pueblo de Israel que se constituye en virtud de un poder real, el nuevo pueblo de Dios es convocado por la palabra de Jesús.
Por lo tanto, esta primera lectura tiene una seria advertencia contra todos los gobernantes, presidentes, obispos, sacerdotes o pastores, padres, directores, educadores, y, de hecho, cualquier persona en posición de liderazgo que por negligencia e indiferencia o maledicencia ha permitido que su pueblo, su rebaño, se descarriara y sufriera. El Señor dice, “¡Voy a ocuparme de ustedes, para castigar sus malas acciones! Esto simplemente significa que el juicio está llegando.
Pero, esta lectura también trae un mensaje de esperanza en la redención y restauración del pueblo de Dios. Cristo es la rama virtuosa de la línea de David. Él es el verdadero Rey que ha venido a buscar y salvar al pueblo perdido de Dios. Esta profecía ha sido cumplida en Jesucristo.
En el pasado IV° Domingo de Pascua, se nos presentaba a Cristo resucitado como el Buen Pastor y nos decía los motivos de aquel bello y principal título de todos: Yo doy mi vida por las ovejas (Jn 10, 15). Él ya ha comenzado esta obra redentora a través de su auto-inmolación. Él la continuará hasta el fin de los tiempos, cuando finalmente le devolverá todas las cosas a su padre. “Entonces vendrá el fin, cuando él entregue el reino a Dios el Padre, luego de destruir todo dominio, autoridad y poder” (1Cor 15:24).
San Pablo, por su parte, nos recuerda: “… Ustedes que antes estaban tan separados han sido traídos muy cerca, por la sangre de Cristo.” Cristo es el cumplimiento de la profecía mesiánica. Él es nuestra paz y ha derribado la barrera que solía mantenernos separados. A través de su sacrificio, nos ha reunificado con Dios.
En el Evangelio, también Cristo demostró que Él es el Mesías prometido y el Buen Pastor. No descansará hasta que nuestras almas y tierra sean completamente sanadas y restauradas a su Padre. Así que, tuvo que terminar sus vacaciones para atender a su pueblo.
La autoridad del pastor es indiscutible, fundamentada sobre el Amor. Sin embargo, la autoridad, también, puede llegar a ser una tentación: De hecho, los pastores de Israel fueron infieles a su misión. No buscaron al Señor (cfr. Jer 10,21), se preocuparon de sí mismos (cfr. Jer 2,8) descuidando al rebaño, y pastoreándose a sí mismos (cfr. Ez 34,3), dejando que las ovejas se perdieran y se dispersaran: «!Ay de los pastores que dejan que mis ovejas se pierdan y dispersen!» (Jer 23,1). Pero el Señor tomará en la mano al rebaño (cfr. Jer 23,3), lo reunirá (cfr. Miq 4,6), lo conducirá y lo hará reposar en pastos abundantes y aguas tranquilas. Después buscará proveerlo de «pastores según su corazón» a fin de que se tenga un sólo pastor.
Como un rey compasivo y sabio, el Señor conoce nuestra situación. Él está haciendo algo al respecto y, no descansará hasta que estemos redimidos y restaurados a Dios. No guarda silencio sobre nuestras situaciones. Él ve y sabe que hemos sido abandonados por pastores pícaros y negligentes. Él sabe que desplazamientos se han perdido miles de vidas a través de peligrosos cruces de las fronteras de la tierra y el mar. El problema de inmigración de hoy en todo el mundo es un signo de fracaso de liderazgo y del sistema. Los pastores humanos de nuestras naciones han fallado a Dios y a todos nosotros. Sin embargo, la buena noticia es que Dios nos restaurará. El reparará los elementos rotos de nuestra tierra.
Este es un mensaje de esperanza para todos los que pasan por diferentes formas de crisis política, social y económica. Simplemente necesitamos obedecer las enseñanzas e instrucciones de Cristo para ser redimidos y restaurados a su Padre. Confiando en Cristo nuestro rey y pastor, proclamemos sin cesar: “¡El Señor es mi pastor, nada me faltará!”