(IV° Dom. Pascua A 2023)

Libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 2,14a.36-41)

“El día de Pentecostés se presentó Pedro con los once, levantó la voz y dirigió la palabra:

– Todo Israel esté cierto de que el mismo Jesús, a quien ustedes crucificaron. Dios lo ha constituido Señor y Mesías.

Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:

– ¿Qué tenemos que hacer, hermanos?

Pedro les contestó:

– Conviértanse y bautícense todos en nombre de Jesucristo para que se les perdonen los pecados, y recibirán el Espíritu Santo. Porque la promesa vale para ustedes y para sus hijos y, además, para todos los que llame el Señor Dios nuestro, aunque estén lejos.

Con éstas y otras muchas razones los urgía y los exhortaba diciendo:

Escapen de esta generación perversa.

Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unos tres mil.”

Salmo Responsorial (Salmo 22)

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

El Señor es mi pastor,
nada me falta:
En verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
Tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

Primera Carta de san Pedro (1Pe 2,20b-25)

“Queridos hermanos:

Si obrando el bien soportan el sufrimiento, hacen una cosa hermosa ante Dios, pues para esto han sido llamados, ya que también Cristo padeció su pasión por ustedes, dejándoles un ejemplo para que sigan sus huellas.

Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas les han curado. Andaban descarriados como ovejas, pero ahora han vuelto al pastor y guardián de sus vidas.”

Aleluya

Aleluya, aleluya.

“Yo soy el buen Pastor -dice el Señor-, conozco a mis ovejas y las mías me conocen.”

Aleluya.

Evangelio de san Juan (Jn 10,1-10)

“En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:

– Les aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las ovejas camina delante de ella, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:

– Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.

Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.

El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.”

Reflexión

Hoy es la fiesta del Buen Pastor. Para entender lo que significa «pastor», se necesita precisar lo que es ser «pastor» en la mentalidad bíblica, en la mentalidad semita o hebrea. Es necesario para ello conocer lo que es el desierto en Palestina, lo que hay de importante y necesario para sobrevivir. Para el beduino o habitante del desierto, su vida gira en torno a tres realidades que cubren sus necesidades vitales: la tienda (cobijo, defensa, hospedaje, vivienda, vida familiar o del clan); el rebaño (de aquí saca la carne, la comida, el vestido, la música, la fiesta, la pascua, el trabajo…); y el agua (sin ella es imposible la vida en el desierto; es imposible la supervivencia de las personas y de los rebaños; es necesaria para preparar los alimentos, para el baño escaso que se practica, para purificarse y para las medicinas…).

Pensemos en aquel pastor que sólo tiene un animalito del que saca la leche para su sustento y es su gran capital. ¡Cómo cuida de su vaquita, de su ovejita, de su gallinita! Jesús coloca ejemplos, como el del buen pastor, el de la gallina que cuida de sus pollitos, etc.

Jesús es el Buen Pastor, porque conoce sus ovejas (su pequeñez y debilidad); es decir, que las ama y sus ovejas le conocen. Jesús es el Buen Pastor porque da la vida por las ovejas. Es la entrega de su vida la que consigue para él y para los suyos la nueva vida que le da el Padre: «Yo soy la puerta de las ovejas». Él es el Buen Pastor porque ha venido para que las ovejas tengan vida y la tengan en abundancia.

Al igual que en los tiempos de Jesús, vivimos una situación muy grave en nuestros pueblos, ciudades e incluso familias: la descomposición moral que genera y es generada por la violencia, el deseo de poder, los “políticos”, el dinero fácil, la envidia, la venganza, el odio y hasta el miedo. Es el caso de los escribas y fariseos frente al pueblo. A estos Jesús les dice que son ladrones y bandidos, que no les preocupan sus ovejas, sino que entran para robar, matar y hacer estrago. Frente a ellos, Jesús proclama: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia». A Jesús no le basta una vida de malvivir, de arrastrarse, de caminar en el miedo o en las tinieblas, como ocurría con muchas gentes sencillas sometidas al «pastoreo» de los escribas y fariseos. Jesús quiere que tengan vida y la tengan abundante.

A Jesús se acercaban los leprosos con su lepra y su rechazo social, los enfermos, los pecadores con sus desprecios, los marginados, los tullidos, la gente abandonada y triste, los pobres con cualquier pobreza, las personas con vida rota.

Con frecuencia el evangelio se hace eco de los gritos de angustia de los pobres: «¡Señor, que vea!», «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!», «¡Jesús, mi hija está en las últimas»! «¡Señor, no tengo a nadie!» «¡Si quieres puedes limpiarme!»… Son gritos de los pobres que se acercan a Jesús desde una vida dolorida y triste. La mies era mucha porque eran muchos gritos, muchos pobres malviviendo, mucha gente sencilla sometida al pastoreo depredador de escribas y fariseos. A Jesús le conmovía el espectáculo de las muchedumbres y «sentía lástima de la gente porque estaban como ovejas sin pastor», expuestos a muchos sufrimientos, a errores, a abusos de los que ostentaban el poder y destruían su dignidad malogrando sus vidas. A Jesús le producían tristeza y dolor. Malograr una vida es algo muy serio y muy triste. Seguramente que lo hemos visto con nuestros ojos. Es muy triste encontrarnos con jóvenes a los que sabemos que muy pronto matará la violencia, la droga o las enfermedades. Es triste ver cómo alguien está destrozando su matrimonio y su familia. Es triste ver a niños de los que tenemos el presentimiento que sus cumpleaños de joven los celebrará en una cárcel. Es triste encontrarse con ancianos que están condenados a vivir abandonados de todos. Jesús sentía dolor y ese sufrimiento por los desgraciados del mundo lo acompañará hasta su muerte.

Jesús deseó siempre curar las dolencias del pueblo, devolver la vida y la alegría, levantar las personas para que tuvieran vida abundante; Él se desvivió por sus ovejas y derramó cariño, paciencia, cuidados y ternura.

El Señor, el Buen Pastor, nos devuelve la vida y la alegría, porque siempre va con nosotros en nuestra historia, en nuestra vida; le sentimos más nuestro, más mezclado en nuestro caminar, más interesado por nuestra vida y esto nos produce mucha paz, alegría y esperanza.

Jesús nos conoce a todos y cada uno, conoce nuestra intimidad (cfr. Salmo 138), nuestras angustias, tristezas, frustraciones, nuestras luchas escondidas y dolorosas; está listo a curar nuestras heridas, a levantarnos el ánimo para iluminar nuestro camino en las noches oscuras y fortalecernos en los momentos difíciles. Él se juega todo por nosotros, sin ningún interés, hasta dar su vida.

Lo más característico de este Buen Pastor es su Amor, que llega hasta el límite. Jesús es el Buen Pastor, porque conoce sus ovejas (su pequeñez y debilidad) y da la vida por ellas. Y se puede conocer bien solamente aquello que se ama. Jesús puede decir con toda verdad que conoce bien a sus ovejas, pues la ama hasta el punto de dar su vida por ellas. También nosotros, en la medida en que sepamos Amar, podemos conocer verdaderamente a Dios y escuchar su voz única e inconfundible que llama para que estemos con Él. Nadie se acerca al Padre sino por mí (Jn 14,6): por eso todos los otros caminos y puertas conducen al error y al extravío.

Quien siga al Señor con corazón sencillo se nutrirá con su alimento de eterno verdor y frescura; se alimentará de pastos que no son otros que los gozos eternos de un paraíso inmarchitable.

Tengan cuidado de ser buenos, comprensivos; revístanse de caridad y mansedumbre. Recuerden: no hay un solo Pastor que sea de casta y naturaleza diferente de la casta y naturaleza de las ovejas y corderos. Así es, para que entiendan, por propia experiencia, las miserias de los otros. Recuerden: cada oveja, por mala que sea, tiene el valor, en sí, de la sangre de Jesucristo. Acérquense a cada persona con infinito respeto e infinito amor, conscientes de que cada persona, por perversa y mala que le parezca y que así sea, es como el talento confiado al siervo inútil. De ese talento y de su rendimiento se le pedirá cuentas.

Recordemos: el Amor es más constante que el pecador. El Amor es de Dios; Dios es Amor y, como tal, Él, Dios, es constante y misericordioso. Si somos de Dios, seamos como Dios, constantes y misericordiosos.

Dios no quiere que haya ovejas muertas en sus rebaños, ni higueras estériles en sus dominios. Por eso, llénense de Dios, ábranse a Él con Amor; pero también con temblor. Recuerden: Dios es bueno, el único bueno: pero, así y todo, por Amor a cada una de sus ovejas, para salvarlas, no perdonó ni a su propio Hijo, Dios y Señor, como El mismo.

¿Estamos, en verdad, siendo padres, como el Padre bueno de la parábola del hijo pródigo? ¿Estamos haciendo, en verdad, que los talentos recibidos renten al máximo, como el siervo prudente en la parábola de los talentos? Tengamos presente, ¡el Señor es exigente! Los casados deben saber que los talentos confiados a ustedes son la esposa o esposo y los hijos. El buen Pastor deja en el redil las ovejas buenas y sale, a pesar de los peligros, en busca de la oveja descarriada. ¿Eso hacen ustedes a semejanza del Maestro, a quien ustedes sirven? ¿Están muriendo, ustedes, en verdad, por las ovejas descarriadas? Recuerden que morir es despojarse de todo lo que no es de Dios, para que Dios entre en ustedes, viva en ustedes, con ustedes, y desde ustedes, como el buen Pastor que es. Recuerden que sin Él nada pueden hacer.

Apacentar sus ovejas es una forma de decirle a Cristo que le amamos verdaderamente…