(X° Dom. Ord B 2024)

Libro del Génesis (Gn 3,9-15)

“Después que Adán comió del árbol, el Señor Dios lo llamó:

– ¿Dónde estás?

Él contestó:

– Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí.

El Señor le replicó:

– ¿Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?

Adán respondió:

– La mujer que me distes como compañera, me ofreció del fruto, y comí.

El Señor Dios dijo a la mujer:

– ¿Qué es lo que has hecho?

Ella respondió:

– La serpiente me engaño, y comí.

El Señor Dios dijo a la serpiente:

– Por haber hecho esto, serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza

cuando tú la hieras en el talón.”

Salmo Responsorial (Salmo 129)

R/. Desde lo hondo a ti grito, Señor.

Desde lo hondo a ti grito, Señor:
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela a la aurora.

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

Segunda Carta de san Pablo a los Corintios (2Cor 4,13-5,1)

“Hermanos: Teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: «Creí, por eso hablé», también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con ustedes.

Todo es para su bien.

Cuantos más reciban la gracia, mayor será el agradecimiento, para gloria de Dios.

Por eso, no nos desanimamos. Aunque nuestra condición física se vaya deshaciendo, nuestro interior se renueva día a día. hombre exterior se vaya deshaciendo, nuestro interior se renueva día a día.

Y una tribulación pasajera y liviana produce un inmenso e incalculable tesoro de gloria.

No nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve.

Lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno.

Aunque se desmorone la morada terrestre en que acampamos, sabemos que Dios nos dará una casa eterna en el cielo, no construida por hombres.”

Aleluya

Aleluya, aleluya.

“Ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera, dice el Señor; y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.”

Aleluya.

Evangelio de san Marcos (Mc 3,20-35)

“En aquel tiempo, volvió Jesús a casa y se juntó tanta gente, que no los dejaban ni comer.

Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales.

Unos letrados de Jerusalén decían:

– Tiene dentro a Belcebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios.

Él los invitó a acercarse y les puso estas comparaciones:

– ¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para saquear con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá saquear la casa.

Créanme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre.

Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

Llegaron su madre y sus hermanos y desde fuera lo mandaron llamar.

La gente que tenía sentada alrededor le dijo:

– Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan.

Les contestó:

– ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?

Y, paseando la mirada por el grupo, dijo:

– Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.”

Reflexión

Jesús iba realizando signos conforme cumplía su ministerio. En determinado momento, al liberar a una persona sometida por un espíritu inmundo, se generó tal expectación y alboroto que a Jesús no le quedaba tiempo para comer junto a sus discípulos debido a la cantidad de gente que acudía a Él. Esto llegó a oídos de sus familiares y decidieron ir a buscarlo.

Pero es a partir de la liberación del poseso que algunos letrados, comenzaron a difamarlo diciendo: “Tiene dentro a Belcebú y con el poder del Príncipe de los demonios expulsa a los demonios” (Mc 3, 22). La difamación era bastante común de parte de aquellos que se resistían al ver que otro había logrado hacer lo que ellos siempre quisieron y no habían podido alcanzarlo (la credibilidad y autoridad de Jesús) y por todos los medios buscan descalificarlo, con argumentos falsos y mentiras. Lo que los letrados decían de Jesús respondía a una interpretación rebuscada de las Escrituras y a su comprensión del mal y el demonio. Acusaban a Jesús de hacerse pasar por bueno, ayudando a los enfermos y posesos a cambio de ganar la credibilidad de la gente para luego destruir la Casa de Israel; es decir, la fidelidad a la Ley.

Ante tal acusación Jesús no se calló: Explicó que los buenos frutos son signo de Dios, que Él es más fuerte que Belcebú y que si lo expulsa es porque ha venido a destruirlo. Ellos no entendieron que la liberación de los oprimidos por el mal es el cumplimiento de la voluntad de Dios, no el preservar la estructura religiosa de Israel. Pero luego Jesús dice algo muy serio, algo inusual en el estilo reconciliador y misericordioso del Señor; habla de una blasfemia que no tiene perdón de Dios: ¡la Blasfemia contra el Espíritu Santo! Pero, ¿qué significa esto y por qué se refiere a ello Jesús ante tal acusación?

La blasfemia es una expresión injuriosa contra Dios o las cosas sagradas. A Jesús definitivamente lo han insultado, pero lo grave para Jesús es que esas personas están predisponiendo a otros contra la acción del Espíritu Santo al difamarlo a Él. Lo triste es que esa blasfemia la siguen pronunciando muchos creyentes hoy. El Espíritu Santo sigue actuando por medio de muchos seguidores del Señor, dentro y fuera de la Iglesia, pero hay quienes se empeñan en difamar y en desacreditar a estas personas, diciendo que nada bueno puede venir de este o aquel otro, debido a su procedencia, a su deficiente formación, a sus convicciones religiosas, etc. Es importante tener claro que el Espíritu obra con quien quiere y como quiere, como el viento, que “nadie sabe de dónde viene ni a dónde va” (Jn 3,8). Como dice san Juan: “¡El Espíritu es Dios!” (Jn 4,24). Negar la acción de Dios, es negar a Dios mismo, eso no tiene perdón; o, dicho de otro modo, es gracia dada, pero no recibida a causa de la resistencia a su acción. El Señor, en su misericordia infinita, se sigue dando amorosamente, pero Él no entra donde no le abren las puertas. Quienes provocan la resistencia a la acción de la Gracia blasfeman contra el Espíritu Santo y ante esa actitud Dios no se impone.

Trasladémonos ahora al tiempo de Jesús. Él, después de haber lidiado con un exorcismo y soportado los insultos de los escribas, se encuentra cansado y hambriento porque la gente que le seguía no le daba oportunidad de comer. Eso no le impide proclamar la Buena Noticia. Por unos instantes, les invito a que ahora consideremos la tristeza que pudo causarle a Jesús el saber que sus parientes se lo querían llevar porque no comprendían el alcance de su misión, porque quizás desconfiaban de su obrar o porque pensaban que estaba asumiendo demasiados riesgos y lo tenían por loco cuando llegaron a buscarlo… En medio de tanta gente, Jesús probablemente siente el peso emocional del rechazo de algunos, pero siendo obediente al Padre lo oímos decir: “Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre” (Mc 3,35). Jesús ha dejado en claro que nada, ni siquiera la familia, puede estar por encima del reino de Dios y nos muestra una nueva familia, la familia de sus seguidores, la familia de Dios. Ahora bien, si sientes que el Señor te ha llamado a formar parte de su familia, es momento de detenerse a pensar en ello y de agradecer. Si no, puedes pedírselo con estas palabras: “Señor enséñame a escuchar tu Palabra y a ponerla en práctica para ser verdadero hermano(a) tuyo”.

Pidámosle al Señor que, animados por su testimonio, nos mueva anunciar su Palabra incansablemente y a tener el valor para optar por la causa de los necesitados antes de buscar el refugio en la aprobación o el apoyo de nuestros parientes y amigos.  Que sepamos responder a las calumnias y difamaciones con la verdad de nuestras buenas obras para así parecernos, cada día, un poco más a Él.