(II° Dom. Pascua A  2023)

Libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 2,42-47)

“Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones.

Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos por todo el pueblo y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.”

Salmo Responsorial (Salmo 117)

R/. Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:
Eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
Eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
Eterna es su misericordia.

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
Él es mi salvación.
Escuchen: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos.

La piedra que desecharon los arquitectos,
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
Sea nuestra alegría y nuestro gozo.

Primera Carta del apóstol Pedro (1Pe 1,3-9)

“Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo que, en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que les está reservada en el cielo.

La fuerza de Dios los custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alégrense de ello, aunque de momento tengan que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de su fe -de más precio que el oro que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego- llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo nuestro Señor.

No han visto a Jesucristo, y lo aman; no lo ven, y creen en él; y se alegran con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de su fe: su propia salvación.”

Aleluya

Aleluya, aleluya.

“Porque me has visto, Tomás, has creído -dice el Señor-. Paz a ustedes. Dichosos los que creen sin haber visto.”

Aleluya.

Evangelio de san Juan (Jn 20,19-31)

“Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

– Paz a ustedes.

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

– Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también les envío yo.

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

– Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos.

Tomás, uno de los Doce, llamado “el Mellizo”, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

– hemos visto al Señor.

Pero él les contestó:

– si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

– Paz a ustedes.

Luego dijo a Tomás:

– Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

Contestó Tomás:

– ¡Señor mío y Dios mío!

Jesús le dijo:

– ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que crean que Jesús es el mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.”

Reflexión

Últimamente ha proliferado gran cantidad de mensajes, a través de muchas redes y medios de comunicación, en torno al final apocalíptico de los tiempos, resaltando la presencia de la bestia y muchos signos más que vienen a aturdir y hacer caer en el error a numerosas personas. Todo esto es una prueba de fuego a la solidez de nuestra fe cristiana.

El evangelio fue escrito para que creamos que Jesús nuestro Señor es el Mesías, el Hijo de Dios; y para que, creyendo en Él, tengamos vida eterna. Con esta certeza es como se puede comprender la realidad del mundo en que vivimos y podemos participar realmente en la Santa Eucaristía y escuchar la Palabra de Dios.

Escuchar y meditar la Palabra de Dios ayuda a entender nuestra realidad, pues, ella es el marco concreto de la vida cristiana, donde tenemos que ser sal de la tierra y luz del mundo, con la certeza y esperanza viva que no dejará apagar nuestra fe en el Señor que es Vida y Resurrección.

El 8 de febrero de 1935, el Señor se acercó y habló a una joven llamada Faustina Kowalska, quien se encontraba en una actitud profunda de escucha y meditación del Evangelio, y le dijo: «Proclame que la misericordia es el atributo más grande de Dios»… «Mi misericordia es más grande que sus pecados y que los del mundo entero»… «Crean en mi bondad. Yo mismo soy la Misericordia»… «Cuando un alma alaba mi bondad, Satanás tiembla ante ella, y huye a lo más profundo del infierno.”

Ante otra de las dolencias que afronta la humanidad como es la injusticia y la violencia causadas por diversas situaciones -la corrupción, el narcotráfico, los conflictos armados, entre otras-, hoy se nos ofrece la clave para superar las discordias y divisiones que generan violencia. El Señor le dijo un día a Sor Faustina: «La humanidad no encontrará paz, hasta que no se vuelva con confianza a la divina misericordia» (Diario, p. 132).

En su juventud, el presbítero Karol Józef Wojtyla conoció personalmente a Sor Faustina y creyó lo que ella estaba experimentando. Años después, siendo Pontífice de la Iglesia Católica, con el nombre de Juan Pablo II, el 30 de abril del año 2000 presidió la Ceremonia de Canonización de Santa Faustina Kowalska, en la Plaza de san Pedro en Roma.

Santa Faustina, “mensajera de la Divina Misericordia”, recibió revelaciones místicas en las que Jesús le mostró su corazón, fuente de misericordia y le expresó su deseo de que se estableciera en la Iglesia universal la Fiesta de la Divina Misericordia.

El día de la Canonización de Sor Faustina Kowalska, San Juan Pablo II, anunció: “En todo el mundo, el segundo domingo de Pascua recibirá el nombre de domingo de la Divina Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano afronte, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al género humano en los años venideros”. También el Santo Padre dedicó la Encíclica “Dives in misericordia” a la Divina Misericordia.

El 23 de mayo del año 2000, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó el decreto en el que se establecía, por indicación de S.S. Juan Pablo II, la Fiesta de la Divina Misericordia, que tendría lugar el segundo domingo de Pascua. Esta es la Fiesta que hoy celebra la Iglesia universal.

Por todo lo anterior te invito a cantar con el salmista: «Demos gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia».

Los mismos labios de Cristo resucitado, en el Cenáculo, anunciando la misericordia divina, confía a los Apóstoles este ministerio: «¡Paz a ustedes! Como el Padre me ha enviado, también yo los envío a ustedes… reciban el Espíritu Santo; a quien retengan los pecados serán retenidos y a quien no los perdonen, quedarán perdonados» (Jn 20,21-23).

Antes de pronunciar estas palabras, Jesús mostró las manos y el costado. Indicó con el dedo las heridas de la Pasión, sobre todo la herida del corazón, de la que salió la gran onda de misericordia que envuelve toda la humanidad. De este corazón Sor Faustina Kowalska, vio partir dos rayos de luz que iluminan el mundo: «los dos rayos -le explicó un día Jesús mismo- representan la sangre y el agua.”

¡Sangre y agua! Cuando un soldado sobre el Calvario atravesó con la lanza el costado de Cristo, vio salir «sangre y agua» (cfr. Jn 19,34). Así pues, mientras la sangre evoca el sacrificio de la cruz y el don eucarístico, el agua recuerda tanto el bautismo como el don del Espíritu Santo (cfr. Jn 3,5; 4,14; 7,37-39).

Jesús le pidió a Sor Faustina que dijera a todos: lo que brota de su corazón es el Amor y la Misericordia en persona (cfr. Diario, p. 374). Esta Misericordia Cristo la derrama sobre la humanidad mediante el envío del Espíritu que, en la santísima Trinidad, es la Persona-Amor.

La Fiesta de la Divina Misericordia tiene como fin principal hacer llegar al corazón de cada persona este mensaje: Dios es un Dios Misericordioso y nos ama a todos. “Y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a su Misericordia» (Diario, 723). El Señor nos pide que tengamos plena confianza en la Misericordia de Dios, y que seamos siempre misericordiosos con el prójimo a través de nuestras palabras, acciones y oraciones… «porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil» (Diario, 742).

Finalmente, voy a presentar algunas frases del Señor dichas a Santa Faustina y que ella dejó consignadas en sus escritos:

«Debes saber, hija mía que mi Corazón es la misericordia misma. De este mar de misericordia las gracias se derraman sobre todo el mundo. Deseo que tu corazón sea la sede de mi Misericordia. Deseo que esta misericordia se derrame sobre todo el mundo a través de tu corazón. Cualquiera que se acerque a ti, no puede marcharse sin confiar en esta misericordia mía que tanto deseo para las almas».

«Que el pecador no tenga miedo de acercarse a Mí.”

«Oh alma, hundida en la oscuridad, no desespere, todavía todo no se ha echado a perder. Venga y confíe en su Dios, quien es AMOR y MISERICORDIA. Mi hijo, escuche la voz de su Padre Misericordioso… Porque usted anda tan débil, le recogeré en mis brazos y lo llevaré a la casa de mi Padre. No se hunda en su miseria… Más bien mire mi Corazón, lleno de BONDAD».

«Cuando un alma ve y se da cuenta de la gravedad de sus pecados, cuando se le revela todo el abismo de la miseria en que anda hundido, que no se desespere, pero con confianza que se tire en los brazos de mi Misericordia, igual que un niño que se tira en los brazos de su querida Madre. Estas almas tienen todo el derecho a recibir la Compasión de mi Corazón. Ellos son los primeros en tener acceso a mi Misericordia. Dígales que toda alma que ha apelado a mi Misericordia nunca se ha quedado decepcionada ni se ha sentido vergonzosa»…

«El que se niega a pasar por la puerta de mi Misericordia, tiene que pasar por la puerta de mi Justicia».

«No quiero castigar a la humanidad sufrida, pero deseo curarla, estrechándola contra mi Corazón Misericordioso. Me valgo del castigo cuando ellos mismos me obligan a hacerlo. Mi mano vacila en agarrar la Espada de la Justicia. Antes del Día del Juicio, mando el Día de la Misericordia… Dígale a la humanidad sufrida que se postre junto a mi Corazón Misericordioso y la llenaré de paz».

“SI MI MUERTE NO TE HA CONVENCIDO DE MI AMOR, ¿QUÉ MÁS ES NECESARIO?”