Píldora de Meditación 469
Todos los Domingos por la tarde, después del servicio mañanero en la iglesia, el Párroco y su “hijo de 11 años” (un huerfanito que había acogido y era tenido como su hijo) iban por el pueblo a repartir volantes a cada persona que veían. Este Domingo en particular, cuando llegó la hora de ir al pueblo a repartir los volantes, el tiempo estaba muy frío y lluvioso.
El niño se puso su ropa para el frío y le dijo al Párroco: ok, padre, estoy listo.
El Párroco, respondió: ¿listo para qué?’
El niño le dijo: Padre, es hora de ir afuera y repartir nuestros volantes.
El padre respondió, Hijo, está muy frío afuera y está lloviendo.
El niño miró sorprendido al párroco y le dijo: pero padre, la gente necesita saber de Dios aún en los días lluviosos.
El Párroco contestó: hijo yo no voy a ir afuera con este tiempo.
Con desespero, el niño le dijo: ¿padre, puedo ir yo solo? ¡Por favor, díme que sí!
El padre titubeó por un momento y luego dijo: hijo, tú puedes ir. Aquí tienes los volantes, pero, ten mucho cuidado.
¡Gracias padre! respondió el niño, y salió presuroso bajo la lluvia.
El niño de 11 años caminó todas las calles del pueblo, repartiendo los volantes a las personas que veía.
Después de 2 horas caminando bajo la lluvia, con frío y con su último volante en la mano, se detuvo en una esquina y miró a ver si veía a alguien a quien darle el volante, pero las calles estaban totalmente desiertas. Entonces él se dirigió hacia la primera casa que vio, caminó hasta la puerta del frente, tocó el timbre varias veces y esperó, pero nadie salió.
Finalmente, el niño se volteó para irse, pero algo lo detuvo. El niño se volteó nuevamente hacia la puerta y comenzó a tocar el timbre y a golpear la puerta fuertemente con sus manos. Él seguía esperando, algo lo aguantaba ahí frente a la puerta. Tocó nuevamente el timbre y esta vez la puerta se abrió suavemente.
Salió una señora anciana con una mirada muy triste y suavemente le preguntó: ¿Qué puedo hacer por ti, hijo?
Con unos ojos radiantes y una sonrisa que le cortaba las palabras, el niño dijo:
Señora, lo siento si la molesté, pero sólo quiero decirle que ….
¡DIOS REALMENTE LA AMA!
y vine para darle mi último volante, que habla sobre DIOS y SU GRAN AMOR.
El niño le dio el volante y se fue.
La anciana solo dijo:
GRACIAS, HIJO, y que DIOS te bendiga.
El siguiente domingo por la mañana el Párroco estaba en el púlpito y cuando comenzaba la reflexión, preguntó:
¿Hay alguien que tenga un testimonio o algo que quiera compartir a la comunidad?
Suavemente, en la fila de atrás del templo, una señora mayor se puso de pie. Cuando empezó a hablar, una mirada radiante y gloriosa brotaba de sus ojos:
“Nadie en esta iglesia me conoce. Nunca había estado aquí, incluso todavía el domingo pasado no era cristiana.
Mi esposo murió hace tiempo atrás dejándome totalmente sola en este mundo. El domingo pasado fue un día particularmente frío y lluvioso, y también lo fue en mi corazón; ese día llegué al final del camino, ya que no tenía esperanza alguna ni ganas de vivir. Era terrible para mí.
Entonces tomé una silla y una soga y subí hasta el altillo de mi casa. Amarré y aseguré bien un extremo de la soga a las vigas del techo; así que me subí a la silla y puse el otro extremo de la soga alrededor de mi cuello. Parada en la silla, tan sola y con el corazón destrozado, estaba a punto de tirarme cuando de repente escuché el sonido fuerte del timbre de la puerta.
Entonces pensé y me dije: Esperaré un minuto y quien quiera que sea se irá.
Esperé y esperé, pero el timbre de la puerta cada vez era más insistente, y luego la persona comenzó a golpear la puerta con fuerza.
Entonces me pregunté, ¿QUIÉN PODRÁ SER?
Jamás, nadie toca mi puerta ni vienen a verme.
Solté la soga de mi cuello y fui hasta la puerta, mientras el timbre seguía sonando cada vez con mayor insistencia.
Cuando abrí la puerta no podía creer lo que veían mis ojos, frente a mi puerta estaba el más radiante y angelical niño que jamás había visto.
¡Su sonrisa, ohhh nunca podré describirla! Las palabras que salieron de su boca hicieron que mi corazón, muerto hacía tanto tiempo, volviera a la vida, cuando dijo con voz de querubín: ¡SEÑORA , sólo quiero decirle que DIOS REALMENTE TE AMA!
Cuando el pequeño ángel desapareció entre el frío y la lluvia, cerré mi puerta y leí cada palabra del volante.
Entonces fui al altillo para quitar la silla y la soga.
Ya no las necesitaría más. Como ven … ahora soy una hija feliz del Dueño de la Vida.
Como la dirección del templo estaba en la parte de atrás del volante, yo vine personalmente a decirle GRACIAS a ese pequeño ÁNGEL DE DIOS que llegó justo a tiempo y, de hecho, a rescatar mi vida de una eternidad en el infierno…”
Mientras tanto, todos lloraban en el templo.
El Párroco bajó del pulpito hasta la primera banca del frente, donde estaba sentado el pequeño ángel; tomó al niño en sus brazos y lloró incontrolablemente.
Probablemente la iglesia no volvió a tener un momento más glorioso.
Dios bendiga tus ojos por leer este mensaje.
No permitas que este mensaje muera de frío; después de leerlo, hazlo conocer a otras personas.
Recuerda, el mensaje de DIOS puede hacer una gran diferencia en la vida de alguien cerca de ti.
Recuerda este mensaje del Señor:
«Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios» (Lucas 18,27)
El problema para muchos de nosotros es que no creemos que Dios abrirá una ventana y derramará tantas bendiciones que no tendremos lugar para recibirlas.
Acércate a Dios, en todo momento… Él es fiel a su palabra. Dios no puede mentir y sus promesas son seguras.
¡Bendiciones!
(Adapt. Flus)
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