Magisterio del Papa
EL Santo Padre ejerce su magisterio mediante: Cartas Encíclicas (Redemptor Hominis), Exhortaciones Apostólicas (Evangelii Nuntiandi), Cartas Apostólicas, Motu Proprio (Iustitiam et Pacem), Discursos y alocuciones (A los cardenales, al Cuerpo Diplomático, ante organismos internacionales como la ONU), Mensajes escritos (v. gr. Jornada mundial de la paz), Homilías (en las grandes celebraciones), Audiencias Generales, Catequesis ordinarias (el Ángelus), en los viajes apostólicos a los diferentes países, etc.
Razones para la promulgación
* 24 años de pontificado (29 Oct. 1978)
* 120 años de la promulgación de la Encíclica “Supremi apostolatus officio –Oficio del supremo apostolado” (1 sept. 1883 por León XIII)
* El Rosario es la oración preferida por S.S. Juan Pablo II (“El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad” pronunció el 29 de oct. 1978).
* 40 años del comienzo del Concilio Ecuménico Vaticano II (11 de octubre de 1962)
* El rezo del Rosario favorece la exigencia de contemplación del misterio cristiano, propuesto en la Carta Apostólica ”Novo millennio ineunte” –Al comienzo del nuevo milenio-, y viene a ser como la coronación mariana de ésta Carta, en la que insiste en la “necesidad de un cristianismo que se distinga ante todo en el arte de la oración”
* La situación de violencia en el mundo y los peligros que acechan a la familia: la necesidad de implorar a Dios el don de la paz, con la oración predilecta para ello, por varios Pontífices: el rosario.
* Proclamar el “Año del Rosario” (Octubre 2002 a Octubre 2003)
Fundamentos doctrinales
* La sagrada Escritura
* La doctrina mariológica de la Iglesia, y su expresión en: san Luis María Grigion de Montfort (“Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen” y “El secreto admirable del santísimo Rosario para convertirse y salvarse”), el Padre Pío de Pietrelcina y el especial carisma como verdadero apóstol del Rosario el Beato dominico seglar Bartolomé Longo (En su Obra “Historia del Santuario de Pompeya y, en particular a través de “Los Quince Sábados del Santísimo Rosario”. “!quien propaga el Rosario se salva!”).
* Exhortación Apostólica “Marialis Cultus” -Culto mariano- del Papa Pablo VI.
* Exhortación Apostólica “Novo millennio ineunte” de Juan Pablo II.
INTRODUCCIÓN
* La importancia del Rosario, como oración centrada en el misterio de Cristo.
* Importancia del Rosario en el magisterio de numerosos Papas, entre los que se resalta León XIII -el Papa del Rosario- y Pablo VI.
* Proclamación de el “Año del Rosario”, de octubre el 2002 a octubre del 2003.
* La urgencia de implorar a Dios el don de la paz con el rosario la oración por la paz.
* Las huellas de los testigos del rosario: Luis Ma. Grignion de Montfort, Padre Pío y Bartolomé Longo.
CAPITULO I: “Contemplar a Cristo con María”
* María es modelo de contemplación, porque nadie como Ella se ha dedicado a la contemplación de Cristo. (n. 10)
* María vive mirando a Cristo y tiene en cuenta cada una de sus palabras: “Guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón” –Lc 2,19-. (n. 11).
* A partir de la experiencia de María, el Rosario es una oración marcadamente contemplativa (n. 12).
* Recordar a Cristo, con y en la contemplación de María de los misterios de vida, muerte y resurrección. (n. 13).
* Nadie mejor que María conoce a Cristo, nadie como la Madre puede introducirnos en un conocimiento profundo de su misterio. (n. 14).
* La contemplación incesante del rostro de Cristo, en el recorrido espiritual del Rosario, nos introduce de modo natural en la vida de Cristo y nos hace “respirar” sus sentimientos. (n. 15)
* En el Rosario el camino de Cristo y el de María se encuentran profundamente unidos. ¡María no vive más que en Cristo y en función de Cristo”! (n. 15).
* Si Jesús, único Mediador, es el camino de nuestra oración, María, pura transparencia de Él, muestra el camino (n. 16). Su maternal intercesión lo puede todo ante el corazón del Hijo. Ella es “omnipotente por gracia” (como lo dijo Bartolomé Longo) (n. 16).
* El Rosario ha sido utilizada especialmente por los Dominicos, en los momentos difíciles para la Iglesia a causa de la difusión de la herejía. Y esta fuerza la conserva aún para el evangelizador. (n. 17).
CAPITULO II: “Misterios de Cristo, misterios de la Madre”
* Sólo la experiencia del silencio y de la oración ofrece el horizonte adecuado en el que puede madurar y desarrollarse el conocimiento más auténtico, fiel y coherente, del misterio de Cristo (n. 18), en el rezo del Rosario, “oración evangélica profundamente cristológica” (Pablo VI) (n. 18).
* De los muchos misterios de la vida de Cristo, el Rosario sólo considera algunos, debido a que se organizó teniendo en cuenta el número 150, que es el mismo de los Salmos. No obstante, para resaltar el carácter cristológico del Rosario, Juan Pablo II considera oportuno la incorporación de los misterios de la vida pública de Cristo desde el Bautismo a la Pasión, son los misterios de luz. (n. 19).[2]
* El gozo que produce el acontecimiento de la encarnación, caracteriza el grupo de los “misterios gozosos”… Meditar los misterios “gozosos” significa adentrarse en los motivos últimos de la alegría cristiana. La Virgen María nos ayuda a aprender el secreto de la alegría cristiana, recordándonos que el cristianismo es ante todo “buena noticia”, que tiene su contenido en la persona de Cristo. (n. 20).
* Todo el misterio de Cristo es luz. Él es “la luz del mundo” (Jn 8,12). Esta dimensión se manifiesta sobre todo en los años de la vida pública, cuando anuncia el evangelio del Reino. Deseando indicar cinco momentos significativos, les indico:
1) el Bautismo de Jesús en el Jordán (Mt 3,17), cuando el Padre lo proclama Hijo predilecto, y el Espíritu desciende sobre Él para investirlo de la misión que le espera.
2) La autorrevelación de Cristo en las bodas de Caná (Jn 2,1-12), cuando Cristo, transformando el agua en vino, abre el corazón de los discípulos a la fe gracias a la intervención de María, la primera creyente.
3) El anuncio de la llegada del Reino de Dios e invita a la conversión (Mc 1,15), perdonando los pecados de quien se acerca a Él con humilde fe (Mc 2,3-13), iniciando así el ministerio de misericordia que Él continuará ejerciendo hasta el fin del mundo, especialmente a través del sacramento de la Reconciliación confiado a la Iglesia.
4) La Transfiguración del Señor en el monte Tabor (Lc 9,35), donde el Padre lo acredita ante los apóstoles extasiados para que lo “escuchen” y se dispongan a vivir con Él el momento doloroso de la Pasión, a fin de llegar con Él a la alegría de la Resurrección y a una vida transfigurada por el Espíritu santo.
5) La institución de la sagrada Eucaristía, en la cual Cristo se hace alimento con su Cuerpo y su Sangre bajo las especies de pan y vino, dando testimonio de su amor por la humanidad “hasta el extremo” (Jn 13,1) y por cuya salvación se ofrecerá en sacrificio.
Excepto en el de Caná, en estos misterios la presencia de María queda en el trasfondo, pero, de algún modo, el contenido que desempeña en Caná acompaña toda la misión de Cristo. (n. 21)
* Los misterios de dolor de Cristo son el culmen de la revelación del amor y la fuente de nuestra salvación. En este itinerario meditativo que se abre con Getsemaní, no sólo revela el amor de Dios, sino el sentido mismo del hombre. Estos misterios de dolor llevan al creyente a revivir la muerte de Jesús poniéndose al pie de la cruz junto a María, para penetrar con ella en la inmensidad del amor de Dios al hombre y sentir toda su fuerza regeneradora. (n. 22).
* Contemplando al Resucitado, el cristiano descubre de nuevo las razones de la propia fe, y revive la alegría no solamente de aquellos a los que Cristo se manifestó, sino también el gozo de María, que experimentó de modo intenso la nueva vida del Hijo glorificado. A esta gloria Ella sería elevada con la Asunción, anticipando así el destino reservado a todos los justos con la resurrección de la carne… La contemplación de estos misterios ha de llevar a los creyentes a tomar conciencia cada vez más viva de su nueva vida en Cristo, en el seno de la Iglesia… Los misterios gloriosos alimentan en los creyentes la esperanza en la meta escatológica. (n. 23)
* Estos grupos de misterios llaman la atención sobre lo esencial, preparando el ánimo para gustar un conocimiento de Cristo. Cada rasgo de la vida de Cristo refleja aquel Misterio que supera todo conocimiento. Todo en la vida de Jesús es signo de su Misterio…
El Rosario es el camino de ejemplo de la Virgen de Nazaret, mujer de fe, de silencio y de escucha. Es al mismo tiempo el camino de una devoción mariana consciente de la inseparable relación que une Cristo con su Santa Madre… Ella vive de Él y por Él. (n. 24)
* El rezo del Rosario marca el ritmo de la vida humana. Quien contempla a Cristo recorriendo las etapas de su vida, descubre también en Él la verdad sobre el hombre. El rosario ayuda a abrirse a esta luz. Siguiendo el camino de Cristo, el cual “recapitula” el camino del hombre, desvelado y redimido, el creyente se sitúa ante la imagen del verdadero hombre… Cada misterio del Rosario, bien meditado, ilumina el misterio del hombre.
Meditar con el Rosario significa poner nuestros afanes en los corazones misericordiosos de Cristo y de su Madre. (n. 25).
CAPITULO III: “Para mí la vida es Cristo”
* El Rosario es camino de asimilación del misterio, mediante el método basado en la repetición, como la expresión del amor que no se cansa de dirigirse hacia la persona amada con manifestaciones que, incluso parecidas en su expresión, son siempre nuevas respecto al sentimiento que las inspira. Recuerda el diálogo conmovedor con Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?… a nadie se le escapa la belleza de esta triple repetición.
Si la repetición del Ave María se dirige directamente a María, el acto de amor, con Ella y por Ella, se dirige a Jesús. La repetición favorece el deseo de una configuración cada vez más plena con Cristo, verdadero “programa” de vida cristiana. (n. 26)
* Hoy existe una renovada exigencia de meditación, que encuentra en otras religiones modalidades bastante atractivas, pero que esconden un fondo ideológico inaceptable. En dichas experiencias abunda también una metodología que, pretendiendo alcanzar una alta concentración espiritual, usa técnicas de tipo psicofísico, repetitivas y simbólicas. El Rosario tiene características propias, que responden a las exigencias específicas de la vida cristiana. El Rosario es un método para contemplar. (n. 28)
* Luego el santo Padre se refiere a la manera como se reza el Rosario: Enunciar el misterio es como abrir un escenario en el cual se ha de concentrar la atención. (n. 29)
Es útil que al enunciado del misterio siga la proclamación del pasaje bíblico correspondiente. No se trata de recordar una información, sino de dejar “hablar” a Dios. (n. 30)
La escucha y la meditación se alimentan del silencio. Es conveniente que, después de enunciar el misterio y proclame la Palabra, esperemos unos momentos antes de iniciar la oración vocal, para fijar la atención sobre el misterio meditado. El redescubrimiento del valor del silencio es uno de los secretos para la práctica de la contemplación y la meditación. (n. 31)
Después de haber escuchado la Palabra y centrado la atención en el misterio, es natural que el ánimo se eleve hacia el Padre. Jesús, en cada uno de sus misterios, nos lleva siempre al Padre, al cual Él se dirige continuamente, porque descansa en su “seno”. El “padrenuestro” es fundamento de la meditación cristológico-mariana que se desarrolla mediante la repetición del Ave María. (n. 32).
La primera parte del Ave María es contemplación adorante del misterio que se realiza en la Virgen de Nazaret. Repetir el Ave María nos acerca a la complacencia de Dios: es júbilo, asombro, reconocimiento del milagro más grande de la historia. El centro del Ave María es el nombre de Jesús. En el rezo apresurado no se percibe este aspecto central y tampoco la relación con el misterio de Cristo que se está contemplando. Repetir el nombre de Jesús –el único nombre del cual podemos esperar la salvación- junto con el de su Madre Santísima, y como dejando que Ella misma nos lo sugiera, es un modo de asimilación, que aspira a hacernos entrar cada vez más profundamente en la vida de Cristo. (n. 33).
La doxología trinitaria es la meta de la contemplación cristiana. Es importante que el Gloria, culmen de la contemplación, sea bien resaltado en el Rosario. En el rezo público podría ser cantado, para dar mayor énfasis a esta perspectiva estructural y característica de toda plegaria cristiana. (n. 34).
Que cada misterio concluya con una oración dirigida a alcanzar los frutos específicos de la meditación del misterio (n. 35).
* El rosario está centrado en el Crucifijo, que abre y cierra el proceso mismo de la oración. En Cristo se centra la vida y la oración de los creyentes. Todo parte de Él, todo tiende hacia Él, todo a través de Él, en el Espíritu Santo, llega al Padre. El rosario evoca el camino incesantemente de la contemplación y de la perfección cristiana. Bartolomé Longo lo consideraba como una “cadena” que nos une a Dios, pero cadena dulce, cadena filial. (n. 36)
* El rezo del Rosario puede iniciarse con la invocación del Salmo 69: “Dios mío ven en mi auxilio, Señor date prisa en socorrerme”. También recitando el Credo, como haciendo la profesión de fe en el fundamento del camino contemplativo que se emprende. La plegaria se concluye rezando por las intenciones del Papa. (n. 37)
* Si se hace así, el Rosario es realmente un itinerario espiritual en el que María se hace madre, maestra, guía, y sostiene al fiel con su poderosa intercesión. Al final la espléndida oración de la Salve Regina o las Letanías lauretanas. (n. 37).
* Los misterios de la luz se rezan el jueves. (n. 38).
CONCLUSIÓN: “El Rosario bendito de María, cadena dulce que nos une con Dios”
* El Rosario es una oración orientada por su naturaleza hacia la paz, por el hecho mismo de que contempla a Cristo, Príncipe de la paz y “nuestra paz” (Ef 2,14), puesto que el Rosario ejerce sobre el orante una acción pacificadora que lo dispone a recibir y experimentar en la profundidad de su ser, y a difundir a su alrededor, paz verdadera, que es un don especial del Resucitado. Mientras nos hace contemplar a Cristo, el Rosario nos hace también constructores de la paz en el mundo. (n. 40)
* El Rosario es una oración de la familia y por la familia que favorece su comunión. La familia que reza unida, permanece unida. Volver al Rosario en familia significa introducir en la vida cotidiana otras imágenes muy distintas (a las de la tv), las del misterio que salva: la imagen del redentor, la imagen de la Madre santísima. La familia que reza unida el Rosario reproduce un poco el clima de la casa de Nazaret. (n. 41).
* Rezar con el Rosario por los hijos, y mejor aún, con lo hijos, educándolos desde su tierna edad, es una ayuda espiritual importante. (n. 42).
* El Rosario es un tesoro que tenemos que recuperar. (n. 43).
* Finalmente el Papa hace suya la súplica a la Reina del Rosario del Beato Bartolomé Longo: “Oh Rosario bendito de María, Cadena dulce que nos une con Dios, vínculo de amor que nos une a los Ángeles, torre de salvación contra los asaltos del infierno, puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos jamás. Tú serás nuestro consuelo a la hora de la agonía. Para ti el último beso de la vida que se extingue. Y el último susurro de nuestros labios será tu suave nombre, oh Reina del Rosario, oh Madre nuestra querida, oh Refugio de los pecadores, oh Soberana consoladora de los tristes. Que seas bendita aquí y en todas partes, hoy y siempre, en la tierra y en el cielo”. Amén. (n. 43).
MISTERIOS DEL SANTO ROSARIO
MISTERIOS GOZOSOS
(Lunes y sábados)
1. El anuncio del Arcángel Gabriel y Encarnación del Hijo de Dios (Lc 1,38)
2. La visita de María Santísima a su prima Isabel (Lc 1,39)
3. El nacimiento de Jesús en Belén (Lc 2,7)
4. La presentación del Niño Dios en el templo (Lc 2,22-23)
5. La pérdida del Niño Jesús en el templo (Lc 2,45)
MISTERIOS LUMINOSOS
(Jueves)
1. El bautismo del Señor en el Jordán (Mt 3,17)
2. La autorrevelación de Jesús en las Bodas de Caná (Jn 2,1-12)
3. El anuncio del Reino de Dios a todos los pueblos (Mc 1,15)
4. La transfiguración del Señor en el monte Tabor (Lc 9,35)
5. La Institución de la Sagrada Eucaristía (Jn 13,1)
MISTERIOS DOLOROSOS
(Martes y Viernes)
1. La oración de Jesús en el huerto de los Olivos (Lc 22,42)
2. La flagelación del Señor (Jn 19,1)
3. La coronación de espinas (Mt 27,28)
4. Jesús sube hacia el calvario con la cruz a cuestas (Jn 19,17)
5. La crucifixión y muerte del Señor (Lc 23,46)
MISTERIOS GLORIOSOS
(Miércoles y Domingos)
1. La resurrección del Señor (Mc 16,6)
2. La ascensión del Señor a la diestra del Padre (Mc 16,19)
3. La venida del Espíritu Santo a la Iglesia (Hch 2,4)
4. La asunción de la Santísima Virgen María a los cielos (Lc 1,28)
5. La coronación de María como reina de la creación (Apoc 12,1)
[1] JUAN PABLO II, Carta Apostólica “Rosarium Virginis Mariae”, sobre el santo rosario, 16 de octubre del 2002.
[2] Estos son otros misterios para meditar: El inicio de su mesianismo en la sinagoga de Nazaret; el sermón del monte (las bienaventuranzas); la resurrección de Lázaro; la elección de los doce apóstoles; el envío de los apóstoles a predicar y bautizar; el padrenuestro; etc.