(I° Dom. Cuaresma A 2023)

Libro del Génesis (Gn 2,7-9; 3,1-7)

“El Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz un aliento de vida y el hombre se convirtió en ser vivo.

El Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia Oriente, y colocó en él al hombre que había modelado.

El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos de ver y buenos de comer; además el árbol de la vida, en mitad del Jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal.

La serpiente era el más astuto de los animales del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer:

– ¿Cómo es que les ha dicho Dios que no coman de ningún árbol del jardín?

La mujer respondió a la serpiente:

– Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; solamente del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: “No coman de él ni lo toquen, bajo pena de muerte.”

La serpiente replicó a la mujer:

– No morirán. Bien sabe Dios que cuando coman de él se les abrirán los ojos y serán como Dios en el conocimiento del bien y el mal.

La mujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable porque daba inteligencia; tomó del fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió.

Entonces se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.”

Salmo Responsorial (Salmo 50)

R/. Misericordia, Señor, hemos pecado.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa.
Lava del todo mi delito,
Limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Carta de san Pablo a los Romanos (Rm 5,12-19)

“Hermanos: Lo mismo que por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y la muerte se propagó a todos los hombres, porque todos pecaron…

[Pero, aunque antes de la ley había pecado en el mundo, el pecado no se imputaba porque no había ley.

Pues a pesar de eso, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con un delito como el de Adán, que era figura del que había de venir.

Sin embargo, no hay proporción entre la culpa y el don: si por la culpa de uno murieron todos, mucho más, gracias a un solo hombre, Jesucristo, la benevolencia y el don de Dios desbordaron sobre todos.

Y tampoco hay proporción entre la gracia que Dios concede y las consecuencias del pecado de uno: la sentencia contra uno acabó en condena total; la gracia, ante una multitud de pecados, en indulto.]

Si por la culpa de aquél, que era uno solo, la muerte inauguró su reino, mucho más los que reciben a raudales el don gratuito de la amnistía vivirán y reinarán gracias a uno solo, Jesucristo.

En resumen, una sola culpa resultó condena de todos, y un acto de justicia resultó indulto y vida para todos.

En efecto, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos.”

Versículo para antes del Evangelio

“No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”

Evangelio de san Mateo (Mt 4,1-11)

“En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al final sintió hambre.

Y el tentador se le acercó y le dijo:

– Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.

Pero él le contestó diciendo:

– Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”

Entonces el diablo lo lleva a la Ciudad Santa, lo pone en el alero del templo y le dice:

– Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos para que tu pie no tropiece con las piedras”

Jesús le dijo:

– También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios.”

Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y mostrándole todos los reinos del mundo y su esplendor le dijo:

– Todo esto te daré si te postras y me adoras.

Entonces le dijo Jesús:

– Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto.”

Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y lo servían.”

Reflexión

El pasado miércoles fue «Miércoles de Ceniza» y con él se inició el tiempo de Cuaresma, tiempo de preparación para la solemne celebración de la Pascua del Señor. La Cuaresma es un momento propicio que tú y yo podemos dedicarlo a examinar nuestra conciencia, actitud que puede ser el hilo conductor del verdadero sentido de este tiempo: reorientar nuestra vida.

La Cuaresma es un camino de renovación de nuestra vida, así como lo exige un oficio o profesión, una empresa, una máquina… Necesitamos de una renovación, hacernos hombres y mujeres nuevos. No únicamente para mantener una buena forma como lo podría hacer el deportista, sino para meternos dinámicamente en el espíritu de Jesús resucitado.

La Cuaresma no se trata de privarnos simplemente de ciertas diversiones o de realizar algún sacrificio… Todo esto es una buena práctica y puede ayudar, pero la Cuaresma es mucho más: para que el camino cuaresmal sea eficaz y serio, es preciso que pase por el corazón de nuestra fe. Es decir, se trata de renovar, profundizar y progresar en nuestra decisión de seguir el camino del evangelio, impulsados por el espíritu de Jesucristo.

En el primer domingo de Cuaresma, cada año leemos el texto del evangelio que narra las tentaciones afrontadas por Jesús. Éstas nos muestran cómo el camino de Jesucristo, guiado por el Espíritu de Dios, es una lucha y una fidelidad. Una lucha contra todo mal, personificado en el Diablo, y una fidelidad a la Verdad y al Amor del Padre. Jesucristo inicia la realización de su tarea mesiánica con este combate, lucha incondicional contra todo mal, lucha siempre impulsada por el Amor del Padre, lucha por realizar el Reino de Dios en la vida de cada persona, de cada familia.

La Cuaresma es un tiempo de vida, porque nos llama a renovar nuestra lucha, abiertos al Espíritu vivificador de Jesucristo. Si el Espíritu de Dios impulsó el camino de Jesucristo, también impulsará nuestro camino.

La catequesis de este tiempo litúrgico señala la lucha que hemos de enfrentar para decidir definitivamente qué camino seguir. Este sendero nos lleva al encuentro victorioso de Cristo sobre el maligno y su fiel «Sí» a la voluntad del Padre.

La humanidad hoy es un pueblo con hambre que pide pan. Jesús al elegir su camino, nos lo ofrece para que le sigamos: «No sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». Jesús quiere ser el que pone la Palabra de Dios en la vida de los hombres como una llamada a una vida nueva. Cuando no hay esa llamada de Dios, nos embrutecemos por la soberbia, el egoísmo y la envidia, el odio y la violencia, la insolidaridad y las tinieblas interiores… Jesús no es un líder que ofrece recetas de desarrollo económico porque está escrito que “no sólo de pan vive el hombre”. Su tarea es llevar la Palabra salvadora de nuestro Dios a todos los seres humanos mediante actos concretos, no simples palabras, palabras.

Jesús, en íntima solidaridad y sintonía con nosotros, sufrió otra tentación. Muchas veces nos preguntamos si Dios está o no con nosotros. Buscamos probar el Amor de Dios; queremos señales. El Señor no siente la necesidad de estas señales para probar el Amor de Dios: «No tentarás al Señor tu Dios». Jesús vive la experiencia del Amor de Dios desde la dureza de su vida entregada y es el predicador de la nueva Alianza de Dios a hombres y mujeres de todos los lugares y tiempos. Nosotros no estamos abandonados de la mano de Dios. Jesús mismo es la señal del Amor incondicional de Dios por sus hijos.

Jesús sufrió una tercera tentación, al elegir el camino de la humildad y la pobreza en la predicación del Reino de Dios, Reino de verdadera Justicia y Paz. No contaba con medios suficientes y no le hacían caso. Nosotros también creemos que con mejores y más abundantes medios se pueden hacer mejor las cosas. El Señor eligió ser pobre, sin tener dónde reclinar la cabeza. En todo momento, Él se puso en las manos del Padre que sabe cuidar de sus hijos. En el desierto rechazó esas tentaciones que también nosotros hemos sentido muchas veces: olvidar la Palabra, reclamar señales del amor de Dios y vivir cómodamente. ¿Quién no ha pasado por esas encrucijadas vitales? Necesitamos también el tiempo del desierto para elegir nuestro camino. Somos seguidores de Jesús y sus caminos son los nuestros, pero a veces se nos olvida. La Cuaresma es nuestro desierto para plantearnos nuestra vida delante del Señor, para realizar un auténtico examen de conciencia. Sólo así podemos caminar a la gran fiesta de la Pascua.