Píldora De Meditación 405
El tiempo de Adviento, tiempo de preparación para la celebración de la Solemnidad del Nacimiento del Señor, nos obliga a la meditación sobre la verdadera condición de la vida humana y de nuestra fortuna maravillosa de tener a Cristo por hermano. Dios hecho hombre por nuestra salvación. El Hijo Santísimo de Dios, en efecto, se ha hecho hombre a fin de que nosotros pudiésemos asociarnos a la vida misma de Dios. Este reflejo del misterio de la Encarnación domina, en su cumbre, la doctrina sobre la naturaleza humana.
Tú y yo y toda la humanidad tenemos necesidad de Cristo. Por sí solos, es imposible la salvación. El esfuerzo de algunos por excluir a Cristo de los principios inspiradores del saber y de la actividad humana, a pesar de los maravillosos progresos técnicos, tecnológicos y científicos de la civilización contemporánea, tiene como resultado, y frecuentemente incluso a corto plazo, la incertidumbre y posteriormente la confusión, y, por último, el conflicto de la conciencia humana en sí misma, con resultados desoladores sobre la organización de la convivencia de los hombres entre sí, sobre la sociedad.
El nacimiento de Jesucristo es, por ello, fiesta grande para el universo, y fiesta maravillosa para el mundo que crece y aspira a la plenitud de la vida. No apaguemos la antorcha central de la Navidad, que es la fe en el Hijo de Dios hecho hombre, sino tengámosla encendida a fin de que la luz, la bondad, la alegría de Cristo se difunda en nuestras almas y en nuestros hogares.
La Virgen María, madre de Dios y madre nuestra, es la portadora de esta antorcha, que abre nuestra vida a la esperanza.
La esperanza de los creyentes es el lema del ADVIENTO.
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