(I° Dom. Adviento C 2025)
Libro del profeta Jeremías (Jr 33,14-16)
“Miren que llegan días -oráculo del Señor-, en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá.
En aquellos días y en aquella hora suscitaré a David un vástago legítimo, que hará justicia y derecho en la tierra.
En aquellos se salvará Judá y en Jerusalén vivirán tranquilos, y la llamarán así: “Señor-nuestra-justicia”.
Salmo Responsorial (Salmo 24)
R/. A ti, Señor, levanto mi alma.
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas,
haz que camine con lealtad,
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.
El Señor es bueno y recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad,
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía con sus fieles
y les da a conocer su alianza.
Primera Carta de san Pablo a los Tesalonicenses (1Tes 3,12-4,2)
“Hermanos:
Que el Señor los colme y los haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros los amamos, y que así los fortalezca internamente; para que cuando Jesús nuestro Salvador vuelva acompañado de sus santos, se presenten santos e irreprochables ante Dios nuestro Padre.
Para terminar, hermanos, por Cristo Jesús les rogamos y exhortamos: Ustedes han aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios: pues procedan así y sigan adelante.
Ya conocen las instrucciones que les dimos en nombre del Señor Jesús.”
Aleluya
Aleluya, aleluya.
“Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación”.
Aleluya.
Evangelio de san Lucas (Lc 21.25-28)
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo, ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo temblarán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y Gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levántense, alcen la cabeza; se acerca su liberación. Tengan cuidado: no se les embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero, y se les eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estén siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir, y manténganse en pie ante el Hijo del hombre.”
Reflexión
Hoy, primer domingo del tiempo de Adviento, celebramos tres cosas: el comienzo del nuevo año litúrgico 2025, el inicio del tiempo de Adviento y el Adviento mismo o venida del Señor.
Agradezcamos a Dios toda su Misericordia y Amor infinito.
Hoy iniciamos la celebración de los misterios de Jesucristo. Esta realidad es el fundamento del optimismo cristiano en su existencia; pues, lo que le va a acompañar durante la vida es el convencimiento de la llegada y cercanía de un acontecimiento histórico que ha hecho cambiar y hoy cambia el ciclo de la impotencia natural: la Encarnación. ¡Y la Encarnación del Hijo de Dios no puede dejar las cosas igual que antes!
Hoy empezamos el tiempo de Adviento. «Adviento» significa «llegada solemne». La conmemoración del Adviento no es nunca mero recuerdo. Se trata de un acontecimiento que aún hoy día nos afecta. Esta conmemoración quiere decir para nosotros: compromiso. Pero ni aun así lo hemos dicho todo. No es sólo revivir en nuestro interior lo que ya sucedió hace mucho tiempo. En la celebración litúrgica, por el contrario, no revivimos los hechos tan sólo en nuestro interior, sino también en la realidad. Pues, todos los acontecimientos que conmemora la liturgia suponen un encuentro concreto de Dios con los hombres (varones y mujeres). Y Dios está pronto a comunicar a los hombres que lo rememoran juntos, lo más auténtico que tuvo el acontecimiento pasado: su propia gracia. Vivimos, por tanto, el mismo encuentro con Dios que aquellas personas que entonces presenciaron con corazón abierto el acontecimiento. Más aún, lo vivimos más profundamente que quienes entonces sólo corporalmente lo presenciaron, por ejemplo, alguna persona que durante la predicación de Juan el Bautista pasó por allí de camino y no se detuvo a oírla.
Para nosotros, cristianos, celebrar el Adviento significa: estar inspirados en el anhelo por el advenimiento de Dios, porque creemos firmemente en Él. Experimentamos el hecho de que Dios se acerca más y más a nuestra oscuridad.
El Adviento comprende todas las formas de la venida de Jesús. La primera, naturalmente, su entrada histórica en el mundo; pero, a su vez, también su venida en este momento a nuestra realidad humana. Y ésta tampoco es presentada independientemente de su segundo advenimiento, de su revelación al fin de los tiempos. Con la evocación de este postrer acontecimiento comienza este primer domingo de adviento.
Así pues, el tiempo de Adviento tiene un doble carácter: Es, en efecto, tiempo de preparación para las solemnidades de Navidad, en las que se conmemora la primera venida de Dios a toda la humanidad, y a la vez es un tiempo en que, por aquel recuerdo, las mentes se orientan hacia la expectación de la segunda venida, al fin de los tiempos.
El Adviento, como se decía más arriba, no es sólo preparación para la venida; Cristo mismo es Venida, Advenimiento. La conmemoración de la venida humilde hace esperar la venida gloriosa, y no sólo esperarla, sino celebrarla, pues, como san Lucas nos habla, el Hijo del hombre viene en una nube «con gran poder y majestad».
Hermanas y hermanos, la liturgia y especialmente la Eucaristía hace presente todos los misterios de Cristo. No sólo los ya realizados históricamente (nacimiento, pasión, muerte, resurrección), sino el último no realizado aún: la venida gloriosa, como lo deseamos al proclamar la aclamación después de la Consagración del pan y del vino: «¡Ven, señor, Jesús!», y, decimos con el corazón, después del Padrenuestro, en que hemos pedido la venida del Reino, en las palabras del sacerdote: «aguardando la venida gloriosa de Jesucristo, nuestra esperanza».