Los colegios se están llenando de adolescentes embarazadas, porque han cambiado las costumbres y ha cambiado ante todo, el comportamiento femenino. Pues la virginidad, especie de tesoro que antiguamente las mujeres castas preservaban para entregarla al marido en la noche de bodas, no tiene el mismo valor para las mujeres de hoy, ni es requisito que exijan los maridos modernos.
Las relaciones sexuales entre adolescentes son el pan cotidiano. Las practican con naturalidad, como tomarse un vaso de agua para calmar la sed. Porque no es necesario el amor, sino la curiosidad, o las ganas. Lo grave es que ni los adolescentes, ni la sociedad se han preparado para manejar esa sexualidad temprana. Entonces, el problema de la niña en uniforme escolar que ya lleva en sus entrañas un niño de verdad, no es solo de ella: es un problema muy grande familiar y social. Que señala, además, una gran falla en el sistema educativo.
Hay que enseñarles a los adolescentes que con la sexualidad no se juega. Y que es una irresponsabilidad exponerse a engendrar un hijo, sin desearlo, quien vendrá al mundo no propiamente a alegrar un hogar, que no existe, sino a ser la carga de unos progenitores inmaduros o, más bien, la irresponsabilidad de una madre soltera, porque casi siempre ella se queda sola con el niño, pues el padre desaparece de la escena.
Para bien de todos deben instruirse a los adolescentes con delicadeza y sin hipocresía en los asuntos de la sexualidad. Esto es una obligación oficial y un deber de la familia.
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