-26 de dic 1586 – 26 de dic.2023-
Deseo unirme espiritualmente a todos los Peregrinos que llegan hasta los pies del Sagrado Lienzo de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá, a rendir homenaje a nuestra Madre, Reina y Patrona de Colombia en su Santuario Nacional, y al mismo tiempo dar gracias al Señor por el don de la fe y la continua presencia de la Virgen María en la historia nacional de nuestro país.
Hace 437 años que la Madre de Dios quiso quedarse cerca de nosotros en la Villa de Chiquinquirá, cuando se presentó el acontecimiento de la “Renovación del Lienzo bendito”, que ahora se encuentra en medio de nosotros y a nuestro alcance, para con ello indicarnos que está muy cerca de todos sus hijos, cumpliendo el encargo dejado por su mismo Hijo al pie de la cruz cuando le dijo «Mujer ahí tienes a tu hijo”. Desde entonces Ella no cesa de cuidarnos y socorrernos con el mismo amor como lo hizo con su propio Hijo.
El Santuario de la “Rosa del cielo” en Chiquinquirá es nuestra casa común de los colombianos y peregrinos procedentes de otros lugares. En él expresamos continuamente a la Santísima Virgen María todo el afecto y devoción filial y acción de gracias por su maternal cuidado con cada uno de sus hijos e hijas que imploran de ella su cuidado y protección.
La celebración del 26 de diciembre, es una ocasión propicia para recordar y agradecer el papel maternal de la Virgen María en nuestra patria. Su misión ha sido y sigue siendo el mostrarnos a Jesús y llevarnos a Él. Esto lo confirma también la devoción de tantas gentes sencillas que diariamente, por más de cuatro siglos, llegan a postrarse a los pies de la Virgen del Rosario en su hermoso Santuario (Templo de la Renovación y Basílica de nuestra Señora) en Chiquinquirá.
Ella, la Madre de Jesús, ha sido verdaderamente la Estrella de la Evangelización, la que precede y acompaña a todos sus devotos y a todas nuestras familias en la peregrinación de la fe y de la esperanza.
Ayer la Iglesia universal estaba de fiesta con la Solemnidad de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo único de Dios, el Dios-con-nosotros. No se puede celebrar la Navidad, sin hablar de la Virgen María. No se puede confesar la fe en la Encarnación sin proclamar, como hace la Iglesia desde la antigüedad en el Símbolo Apostólico, que el Hijo de Dios «fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y que nació de Santa María Virgen». No se puede contemplar el misterio de la muerte salvadora de Cristo sin recordar que Jesús mismo, desde la cruz, nos dio a María como Madre y nos la encomendó para que la acogiésemos entre los dones más preciados que Él mismo nos entrega. De este modo, con el Evangelio de Jesús, la Iglesia recibe el anuncio de la presencia materna de María en la vida de los cristianos.
La figura de Nuestra Señora a través de los siglos, como en la Iglesia naciente de Pentecostés, ha querido hacerse presente también, desde el principio, en la vida de nuestras familias y comunidades. La Virgen nos ofrece a su divino Hijo y nos invita a creer en Él como Maestro de la Verdad y Pan de Vida. Por eso, las palabras de María en Caná. «Hagan lo que Él les diga» (Jn 2,5), constituye también hoy el núcleo de la formación cristiana en nuestros hogares. En efecto, se trata de hacer vida la fe que profesamos y cumplir los mandamientos de Dios, que tienen en el precepto del amor fraterno el centro y culmen de la identidad cristiana.
Hoy, es necesario anunciar incansablemente a Jesucristo para que su mensaje de salvación penetre en nuestras conciencias y en la vida de todos, convierta los corazones y renueve el corazón de nuestras familias y las estructuras de la sociedad. Para ello María nos ofrece a Cristo como fundamento de la paz y de la convivencia fraterna; una convivencia que requiere la práctica de la verdadera justicia social que dé a cada uno lo que le corresponde, mediante una equitativa distribución de los bienes y la solidaridad con los más pobres, y al mismo tiempo favorezca la participación responsable de todos en los destinos de la Nación.
Hoy están en juego muchos valores que afectan a la dignidad del hombre (varón y mujer). La defensa y promoción de los mismos depende en gran parte de la vida de fe y de la coherencia de los cristianos con las verdades que profesan. Entre estos valores cabe destacar el respeto por la vida desde la concepción hasta la muerte natural; la garantía efectiva de los derechos fundamentales de la persona, la santidad e indisolubilidad del matrimonio cristiano, así como la estabilidad y dignidad de la familia. Estas son unas exigencias apremiantes para que, junto con la verdad y la justicia, sea posible la paz.
La devoción a la Virgen María en la advocación del Rosario de Chiquinquirá exige hoy de todos sus fieles hijos un claro y valiente testimonio de amor a Cristo, que corrobore la identidad personal y social de los cristianos contra el peligro de esta sociedad de consumo, manipulada por quienes, como dioses que se creen, imponen un orden mundial para destruir lo más preciado de nuestra humanidad en que nos encontramos, y, al mismo tiempo, favorezca en las familias las virtudes cristianas que ayuden a superar el dolor que la violencia ha sembrado en tantos hogares de Colombia y del mundo se experimente así el amor de Dios que cura el odio y la venganza. Así mismo, consolidará los vínculos de comunión al interior de la Iglesia.
En este solemne y memorable día de cumpleaños de la renovación del Lienzo bendito de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, encomiendo todos y cada uno de ustedes con su familia y todas las familias a la maternal protección de la Reina y Patrona de la Iglesia colombiana a fin de que todos permanezcan fieles en la pureza de la fe, fortalecidos en la esperanza, generosos en la caridad y con el coraje de Dios para ser gestores, constructores de un mundo más justo y solidario, un mundo en paz, un mundo de hermanos. A la “Rosa del cielo” le imploro que les infunda a todos ustedes un renovado dinamismo, que haga de cada uno un verdadero testigo del Evangelio, que entregue lo mejor de sí para llevar la paz y la alegría a los más desdichados y necesitados.
También pido que se afiance en cada uno(a) la devoción a la Virgen María y que las manifestaciones más genuinas a través de la liturgia y de la piedad popular sean continua fuente de renovación cristiana del Pueblo de Dios en Colombia, que peregrina hacia el Padre celestial, para quien es todo honor, poder y gloria por los siglos de los siglos. Amén.